Por Manuel J. Clouthier
Noroeste, 47 años
El 8 de septiembre de 1973 se publica el primer ejemplar del periódico Noroeste en Culiacán, Sinaloa; su director fundador, el licenciado Silvino Silva lozano, había convencido a un trío de empresarios locales de apoyar esta iniciativa periodística que promoviera la idea de J. J. Castellanos en su libro México engañado.
“La solidez social depende de que la comunicación en que ella se funda sea verdadera, que sea útil, que represente un bien y que ayude a ser mejores a quienes intercambian mensajes. Esto explica por qué el fin de la sociedad es un bien común, un bien comunicado… la palabra información viene del latín informare, cuya traducción es dar forma. Para mí dar forma tiene una significación más profunda: mediante la información, el hombre se forma a sí mismo, se realiza… cuando el hombre utiliza su capacidad de comunicar para transmitir mensajes falsos, deformadores, aparece la manipulación”, concluye Castellanos.
Corría el sexenio del izquierdista manipulador Luis Echeverría (1970-1976) y en Sinaloa crecía el narcotráfico y la violencia, se incitaba desde el poder las invasiones de tierras agrícolas, se alimentaba la polarización y la lucha de clases; y se controlaba a los medios de comunicación para que promovieran “la verdad oficial”. En este ambiente nace Noroeste hace 47 años para desarrollar un periodismo independiente del gobierno que contribuyera a expandir las libertades en el estado y garantizar el derecho de los sinaloenses a estar informados.
Se aceptaba por los fundadores que un proyecto libre e independiente del Gobierno difícilmente podría ser negocio, por lo que durante la dirección de Silvino Silva (1973-1992) la empresa tuvo que ser subsidiada por sus accionistas ya que no generaba utilidades.
Fue además en este periodo fundacional que se padeció la represión de los gobernadores Alfonso G. Calderón y Antonio Toledo Corro, este último anidó un odio contra Noroeste que lo llevo a promover un veto publicitario no solo del gobierno sino también del sector privado, invitando a los grandes empresarios a no anunciarse en Noroeste para complacer al gobernador.
A la renuncia de Silvino en junio de 1992, me nombraron delegado del Consejo para encontrar sucesor. Tatiana, mi hermana, me presentó al periodista regiomontano Jesús Cantú Escalante quien tomó la dirección editorial para el periodo 1992-1995, y junto con el Lic. Julio Gaytán y Manuel Becerra emprendieron una modernización y reorganización de la empresa, y un rediseño del producto que posicionó a Noroeste en el liderazgo de su segmento de mercado.
Lo anterior se logró con créditos bancarios por lo que la crisis económica de diciembre de 1994 puso a la organización al borde de la quiebra. Es hasta a mediados de 1996, bajo la dirección de un servidor, que se logra capitalizar la empresa con el apoyo de nuevos accionistas, y así de 1997 a 2007 logra sus mejores años financieros. También Noroeste enfrenta sus peores conflictos con el poder en los sexenios de los narcopolíticos, Juan Millán (1998-2004) y Mario López (2010-2016) quienes se empeñaron en tratar de destruir a Noroeste.