Por Iván Garza García
Ruth Bader Ginsburg; la trascendencia de su vida y su muerte
De niña la llamaban Kiki; creció en el seno de una modesta familia en Brooklyn. Un día antes de que se celebrara su graduación de bachillerato, su madre murió. Con el apoyo de una beca, asistió a la prestigiosa Universidad de Cornell, donde conoció a quien fuera su compañero por más de 56 años. Férrea luchadora en contra de la discriminación por razón de género, en la década de los setentas encabezó el proyecto por los derechos de la mujer de la Unión Americana. Le apasionaba el estudio de las leyes tanto como la ópera. Aunque tímida e introvertida en sus relaciones sociales, su presencia en el estrado era cautivadora; hablaba poco pero decía mucho.
Ruth Bader Ginsburg fue la segunda mujer en servir como Jueza asociada de la Corte Suprema de los Estados Unidos. En junio de 1993 el entonces Presidente Bill Clinton la designó en sustitución del Juez Byron White, quien se retiró después de 31 años de actividad. Las opiniones disidentes de la Jueza Ginsburg le hicieron ganar notoriedad y en poco tiempo se convirtió en una verdadera celebridad. Considerada un icono del feminismo, su imagen lo mismo ha sido utilizada para la elaboración de tatuajes que en disfraces de Halloween. “Las niñas de América quieren ser como ella”, se escuchaba decir a una madre que llevaba de la mano a su hija caracterizada como la destacada jurista; “No se puede deletrear truth (verdad) sin Ruth”, podía leerse en calcomanías y camisetas a lo largo y ancho de las tierras del Tío Sam. El libro sobre la biografía de Ginsburg fue uno de los más vendidos en 2005; su vida fue también retratada en un exitoso documental y en la película “La voz de la igualdad”, estrenada en 2019.
Apenas el pasado 18 de septiembre la dama de los significativos dictámenes, la mujer de la toga y los grandes lentes dejó de existir a la edad de 87 años. Tras su muerte, Ginsburg deja un importante legado en la incansable lucha por los derechos de las mujeres, pero además su partida significa un rotundo golpe al tablero político de los Estados Unidos. Aunque se antoje algo exagerada, la anterior afirmación encuentra sustento en la actual integración de la Corte Suprema del vecino país.
Resulta que la extinta Jueza formaba parte (incluso lo lideraba de facto) del bloque progresista de la Corte conformado por cuatro jueces, el resto son de tendencia conservadora, por lo que el equilibrio entre las facciones ideológicas al interior del poder judicial norteamericano se encuentra afectado. Ahora bien, en principio, la designación del nuevo miembro de la Corte Suprema le corresponde al Presidente Donald Trump, en tanto que el Senado tiene la atribución de ratificar el nombramiento. Las resultas de la ecuación parecen predecibles; el magnate neoyorquino buscará un perfil de rancio acento conservador y su ratificación no representará problema alguno, pues cuenta con la mayoría en la cámara alta. Sin embargo, el ala liberal norteamericana no se quedará con los brazos cruzados y ya se analizan estrategias para evitar que Trump haga de las suyas y nombre a quien haya de sustituir a la Jueza Ginsburg. Al respecto vale la pena recordar que hace cuatro años los republicanos impidieron que Barack Obama nominará al Juez Merrick Garland con la perorata de que el entonces mandatario se encontraba en el último año de su gestión y había un proceso electoral en puerta. Bajo esa lógica, el actual inquilino de la Casa Blanca tampoco podría hacer la designación en este momento, sino hasta pasadas las elecciones, siempre y cuando este alcance la victoria y obtenga la ansiada reelección.
Aquí en confianza, si la vida de la Jueza Ginsburg es por lo menos ejemplar, su muerte trasciende incluso al plano político del otro lado del Río Bravo. Tanto Trump como Biden usaran la bandera de la conformación de la Corte para tratar de inclinar la balanza a su favor. Lo anterior no es cosa menor, pues en el limbo quedan las discusiones sobre la despenalización del aborto, el uso de armas, el matrimonio igualitario, la libertad religiosa y hasta la reglamentación ambiental; de ahí que la ideología de quien se erija como nuevo funcionario judicial será determinante.
Dicen que Clinton no pudo contener las lagrimas cuando el día de su nominación, Ruth Bader Ginsburg mencionó en su discurso refiriéndose a su madre: “Rego que yo sea todo lo que ella hubiera sido de haber vivido en una época en la que las mujeres pudieran aspirar y lograr, y en la que las hijas fueran tan apreciadas como los hijos”. Ahí se los dejo para la reflexión