Por Leo Zuckermann
Otra testarudez costosa
Para salvar al medio ambiente del cambio climático los gobiernos han incrementado el número de regulaciones con el objetivo de tener un consumo más eficiente de combustibles
Decía la semana pasada que la obstinación del presidente Andrés Manuel López Obrador por salvar las energías fósiles nos estaba costando muy caro. Hoy toca analizar otra testarudez costosa: la construcción de la nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco.
En el pasado, ya había dudado de la capacidad de Pemex y la Secretaría de Energía de construir una nueva refinería con un costo de ocho mil millones de dólares, lista para operar en 2023 y con una capacidad de refinación de 240 mil barriles diarios.
Amén de estas dudas y la irracionalidad económica de este proyecto (igual lo dije cuando el entonces presidente Calderón anunció la construcción de una nueva refinería en Hidalgo la cual, afortunadamente, no se llevó a cabo), las condiciones del mercado de refinación han cambiado durante la pandemia y la crisis económica internacional.
Véase el artículo del The Wall Street Journal del 7 de septiembre titulado Otro problema petrolero: hay demasiadas refinerías. No se refiere, desde luego, a México donde tenemos seis refinerías operando a menor capacidad para las que están diseñadas. No. Se refiere al número de plantas que hay en el mundo entero.
“Las refinerías europeas ya están operando a su mínima capacidad, señala Raúl Alcamo, de la firma consultora Energy Aspects. Estima que el mundo necesita un recorte del 10% en la capacidad, sin embargo, hay más refinerías nuevas planeadas, principalmente en China y en Medio Oriente”, afirma el artículo del WSJ.
Bueno, pues agréguese a los proyectos nuevos el de Tabasco. Con toda seguridad será un proyecto perdedor.
No sólo se recuperarán los costos de operación con dificultad (Petróleos Mexicanos es la empresa petrolera del mundo que refina más caro), sino que nunca se lograrán amortizar los costos de capital. Los contribuyentes pagaremos el capricho de la nueva refinería en la tierra del presidente López Obrador.
De hecho, de acuerdo con la nota del WSJ, las refinerías tienen una perspectiva negativa en el largo plazo. Los países desarrollados, y algunos emergentes, están transitando hacia las energías limpias y renovables. Para salvar al medio ambiente del cambio climático, los gobiernos han incrementado el número de regulaciones con el objetivo de tener un consumo más eficiente de combustibles. Además, los vehículos eléctricos cada vez ganan una mayor participación de mercado.
“BP, Royal Dutch Shell y el gigante francés Total han vendido sus participaciones en 18 refinerías desde el 2009, y Shell reveló el mes pasado que está en negociaciones activas para vender cinco de sus 15 refinerías restantes […] La mayoría de las compañías petroleras importantes de Europa planea producir combustibles renovables en el futuro. Total y la italiana Eni ya han convertido tres refinerías a biodiesel en los últimos cinco años y es probable que les sigan otras”.
Pero aquí seguimos anclados al siglo pasado por la terquedad presidencial.
Para acabarla de amolar, leo en la columna de David Shields, en Reforma, que “algo anda mal en Dos Bocas”. Resulta que el “Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) acaba de emitir una licitación pública para contratar un ‘servicio de asistencia técnica para la elaboración de un diagnóstico relacionado con la ejecución del proyecto de la refinería’”.
Al parecer, se lanzaron como el santo a construirla. Afirma Shields que la secretaria de Energía, Rocío Nahle, informa semanalmente sobre los avances de la construcción. Pero sólo comenta de “obras de preparación del sitio, como excavaciones, movimientos de acero y concreto, cimentaciones para tanques, esferas y edificios, y construcción de pilas, vialidades y viveros. Atole con el dedo, pues. Los grandes equipos de la refinería misma brillan por su ausencia”.
Cuando se concibió el proyecto de Dos Bocas, el tipo de cambio del peso frente al dólar estaba en alrededor de 19 pesos. Hoy anda por arriba de los 21 pesos. Esto significa que la refinería costará más porque muchos de los equipos se tienen que adquirir en el extranjero.
Por lo que veo en la prensa, ni siquiera se tiene claro si el gobierno ya salió a comprar estos equipos, por cuáles se decidió y si ya se están armando en el extranjero para, eventualmente, trasladarlos a Tabasco y poder ensamblarlos en la planta.
Vamos a ver en qué termina todo esto. Por lo pronto, no se ve nada bien. Así ocurre cuando un gobierno se embarca en costosos caprichos presidenciales con cargo a los contribuyentes.