Por José Elías Romero Apis
Guerrera de la justicia
Esa fue la importancia histórica de Ruth Bader Ginsburg, quien destacó en las guerras sobre la libertad, la migración y la atención social. Pero, sobre todo, por su batalla por la igualdad de género, a la que abrazó desde muy joven
A los abogados liberales nos entristeció la muerte de la ministra estadunidense Ruth Bader Ginsburg, una invencible paladina de las causas de la justicia, de la libertad, de la igualdad y de la equidad. Más de 50 años duraron sus batallas. Por eso, creo que murió cansada, pero satisfecha.
A su muy avanzada edad, no le preocupaba el cáncer, sino morir durante los escasos meses que le quedarían a Donald Trump para nominar al ministro sucesor y, con ello, afectar a los liberales en el muy precario equilibrio que existe en la Suprema Corte. Pero la muerte se le adelantó y la justicia constitucional de esa nación ha vuelto a quedar en riesgo.
En la justicia constitucional de los Estados Unidos existen muchas diferencias radicales respecto a la de México. Allá, como en muchos pueblos sajones, la realidad cambia con mayor celeridad que la ley. El pensamiento y la conducta son más ágiles y rápidos que los legisladores. Eso requiere que el tribunal de constitucionalidad impulse a la ley, frente al rezago constitucional.
Acá, en México, como en muchos pueblos latinos, la ley cambia más vertiginosa que la realidad. Los legisladores son más ágiles y rápidos que el pensamiento y la conducta. Eso requiere que nuestro tribunal de constitucionalidad contenga a la ley, frente al exceso constitucional.
Por ejemplo, en los Estados Unidos, primero se pensó en la igualdad de raza y de género, mucho antes de que existieran leyes y sentencias integracionistas e inclusionistas. Por eso, el debate fue abierto y general. En México, por el contrario, primero se legisló sobre el aborto y el matrimonio homogenérico, antes que el pensamiento y la conducta se plantearan el tema como sociedad. Por eso, el debate fue cerrado y especializado.
Esa es la importancia que allá tiene que un ministro será liberal o conservador. En México, la Suprema Corte no hace las leyes, sino las defiende. En los Estados Unidos, la Suprema Corte tiene que hacer las leyes y no sólo defenderlas. En ambos países, es bueno que los ministros tengan criterio político, pero no posición política. Que tengan criterio jurídico, pero no preferencia jurídica. Que siempre sean imparciales, pero que nunca sean neutrales.
Esa fue la importancia histórica de Ruth Bader Ginsburg, quien destacó en las guerras sobre la libertad, la migración y la atención social. Pero, sobre todo, por su batalla por la igualdad de género, a la que abrazó desde muy joven
La igualdad de género es un principio de justicia real. La cuota de género es un truco de justicia simulada. Como liberal, no acepto la injusticia de género. Como hombre, no acepto la simulación de justicia. La equidad privilegia al mérito sin importar el género. La cuota privilegia al género sin importar el mérito.
Nunca debiera relegarse a una mujer por el solo hecho de serlo, como tampoco debiera promoverse a una mujer por el solo hecho de serlo. La mujer está llena de dignidades, de aptitudes y de merecimientos. No es justo negárselos con la apariencia de un favorecimiento.
La ministra ausente, además, se desempeñó como abogada, maestra, esposa y madre. Y pudo cumplir, satisfactoriamente, con todas ellas. Por eso digo, que debe haber muerto cansada. Pero estoy seguro, que también debe haber muerto satisfecha.
La noticia de su partida es una pérdida para la abogacía liberal en todo el mundo. La recibí de mi hija y de mi hijo, quienes estudiaron su posgrado cuando el esposo de la ministra se desempeñaba como director de Derecho, en la Universidad de Georgetown, después de una exitosa carrera como abogado.
Ruth Bader Ginsburg ha dejado un legado, pero también, ha dejado una consigna. La de buscar esa justicia que tiene la verdadera fortaleza y no la que se disfraza con la frágil careta de la fuerza. La que tiene esa verdadera templanza y no la que se encubre con el flaco antifaz de la abstención. Y la que tiene esa verdadera valentía y no la que se tapa con la pobre máscara de la audacia.