Por José Rubinstein
Las adversidades llegan por sí mismas, los adversarios los generamos.
Al infortunio de la pandemia y la consecuente debacle económica hemos de agregar el entorno hostil de reclamos y represalias entre el Ejecutivo y sus cada vez más evidentes adversarios, en el entendido que ningún foro tiene la repercusión de las mañaneras. Existen ineludibles pendientes nacionales prioritarios hacia los cuales enfocar la atención oficial, admitiendo que la crítica es propia de la democracia y que toda figura pública es cuestionada; ninguna réplica de AMLO hacia sus detractores será más efectiva que el cumplir con su mandato a cabalidad.
Precisamente de López Obrador aprendimos la lección referente a que no hay adversario pequeño. Es evidente la alta popularidad del Ejecutivo, pero también es un hecho que si ésta no se riega se marchita. AMLO fue electo por 30 millones de votantes, de un padrón de 90 millones, en un país de más de 125 millones de habitantes, ¿es infalible? En abril pasado nos enteramos de un desarticulado movimiento medianamente organizado, surgido principalmente en redes sociales —Facebook y Twitter—, integrado primordialmente por ciudadanos y empresarios, nombrado FRENA —Frente Nacional anti AMLO— liderado por un exdirectivo de FEMSA, Gilberto Lozano, cuyo discurso anti López —a secas— es por demás fuerte. El ideario de este movimiento se centra en exigir la renuncia del presidente López Obrador, careciendo de alguna visible ideología formal ni de alternativas futuras, simplemente que se vaya AMLO, así nomás. El presidente de la República fue electo democráticamente y las causas de una posible renuncia están tipificadas en la Constitución, ninguna de ellas relacionada con las actuales circunstancias. Las primeras manifestaciones de FRENA, originalmente por razones de la pandemia, las llevaron a cabo en caravanas de autos, tanto en la CDMX como en otras ciudades del interior del país. El pasado sábado cientos o quizás algunos miles de manifestantes de FRENA intentaron plantarse en el Zócalo capitalino, optando ante el bloqueo de la autoridad desde el Eje Central, por acampar en sus respectivas casas de campaña en Av. Juárez. Antier finalmente dicho contingente logró avanzar y ocupar medio Zócalo. Lozano amaga con permanecer en dicha plancha por meses y años, «hasta que el señor López renuncie». Independiente de las razones que hayan impulsado la actual toma de la plaza, en términos históricos o anecdóticos, se podría aplicar la frase «Machetazo a caballo de espadas». López Obrador sin inmutarse se refirió al plantón de FRENA, mencionando que se sentiría frustrado si los conservadores no protestaran porque ello significaría que no ha habido cambios, sería el equivalente a más de lo mismo, «qué bueno que ha habido reacción… pero en una democracia el pueblo decide… quieren que me vaya porque se cobran los impuestos, que se esperen a la revocación de mandato».
El ánimo de confrontación desde el templete de las mañaneras posiblemente coadyuvó a las protestas de FRENA, situación que podría cundir en otros organismos. Desde luego que la enorme penetración mediática de las palabras presidenciales amerita ponderar los adjetivos volcados hacia los críticos y hacia las críticas, los adversarios no son esenciales y la confrontación a nadie favorece. Es preferible evitar un pleito, que ganarlo.