Andrés cambió los lápices de colores y sus cuadernos por un sombrero y guantes para acudir todas las mañanas a la pizca de manzana en Los Lirios.
Al borde de la deserción ante la falta de conectividad para continuar sus clases, alrededor de 200 estudiantes atraviesan la misma situación en el ejido de Arteaga.
Aunque debería tomar clases en línea, recibir sus tareas por redes sociales o realizar las actividades escolares por televisión, Andrés continúa en los surcos de la tierra ante la falta de un televisor, celular o dinero para cargar saldo.
Al menos 80 familias con 2 ó 3 niños, niñas y jóvenes enfrentan los estragos económicos que dejaron los primeros meses de confinamiento, pero también la falta de oportunidades para continuar su ciclo escolar y evitar la deserción.
Una situación que los orilla a salir a trabajar, pues la mayoría decide emplear su tiempo en apoyar a sus padres, antes que quedarse en casa, además no tienen posibilidad de contactar a sus maestros o realizar las tareas que les piden.
“Desafortunadamente los docentes no hacen conciencia porque piden tareas como si se tratara de niños que radican en la ciudad con la conectividad o los recursos necesario”, expresó la comisariada Blanca Valdés Jaramillo.
“No es posible que nos manden traducir todo un texto en inglés, cuando apenas abres el navegador y ya se te consumieron todos los datos”, expresó una madre de familia, como un ejemplo de las actividades casi imposibles de realzar.
Además, señalaron que no hay posibilidad de comprar tiempo aire, “pues el poco dinero que ganamos después de la crisis por la pandemia, se destinan a comprar alimentos.
“Uno pone saldo o compra frijoles, y todavía las maestras no dicen ‘pues cómprese un teléfono o póngale saldo’, casi como una exigencia o asumiendo que no queremos hacerlo por falta de voluntad”, expresó María Magdalena Carrillo, habitante del ejido.
Los niños, niñas y jóvenes, emplean su tiempo en apoyar a las actividades de rehabilitación de plazas o espacios públicos, acuden con sus padres a las haciendas en las que pizcan manzana o buscan trabajo con los capataces.
La que puedan prestarse, pero sobre todo que pueda acceder a sus clases, pues así es como muchos estudiantes deciden abandonar las escuelas para dedicarse a un oficio o el campo sin buscar mejores oportunidades”, agregó la comisariada.
“Si en la ciudad es una situación difícil para las familias y los estudiantes, en las zonas rurales todavía más, donde los padres prefieren permitir a sus hijos que trabajen cuidando cabañas, ranchos o en la pizca de manzana”, agregó Valdés Jaramillo.
La comisariada hizo un llamado a las autoridades para atender la situación escolar del ejido.