Por Carlos M. Urzúa
La pugna federalista que ya inició (I)
México es una república federal, como es el caso de varias otras repúblicas en el mundo. Todos los que nacimos en México no solamente sabemos eso, sino que tuvimos que aprenderlo, letra por letra, desde los primeros años de primaria, so pena de reprobar alguna de las materias de Civismo que llevamos en la niñez.
En términos de gobernanza política, el federalismo tiene, como también sucede con su antípoda centralista, algunos aspectos positivos, otros discutibles y unos más negativos. Pero, en todo caso, México no es el único país que tiene un sistema político federalista, especialmente si uno considera todo el continente de América. Aparte de nuestro país, las otras cuatro naciones más extensas del continente son también federalistas. Éstas son, en orden alfabético, Argentina, Brasil, Canadá y Estados Unidos.
No obstante, quizás le sorprenda al lector el saber que, una vez hecho un listado de todos los países del mundo, el número de naciones federalistas es sustantivamente menor que el de las centralistas (o unitarias, como también se les llama). En América Latina, por ejemplo, los tres países subsiguientes en esa lista, considerando su peso económico, son centralistas. De nueva cuenta en orden alfabético para no herir susceptibilidades, esos países son Chile, Colombia y Perú. Por cierto, en el caso de Colombia hubo una gran disputa en la segunda mitad del siglo XIX acerca de la posibilidad de establecer de manera alterna un sistema federalista. Pero al final no acabó creándose lo que se llamaría Estados Unidos de Colombia.
El número de países centralistas es también mayor que el de los federalistas en los continentes de Europa, Asia y África. Aunque en Oceanía los dos países más grandes, Australia y Nueva Zelanda, tienen sistemas contrapuestos (los australianos son federalistas y los neozelandeses unitarios). Pero, por razones naturales, entre mayor sea la extensión de un país, mayor será la probabilidad de que éste sea federalista. Además, es más fácil defender ante la ciudadanía el que un país sea federalista antes que centralista. Después de todo, el sustento del federalismo parecería ser en principio más democrático: es un sistema de gobierno que trata de conciliar, en lo posible, los diversos valores sociales, religiosos, políticos y culturales que pueden ser muy variados de región en región.
En muchos países unitarios, sin embargo, la ciudadanía defiende a capa y espada su sistema político. En Francia, una nación centralista de pies a cabeza y también democrática de corazón, nadie dudaría que las decisiones de su gobierno central acerca, por ejemplo, del presupuesto que se aplicará en 2021 para toda la República de Francia, no tendrá nada que ver, absolutamente nada que ver, de quién será quien gobierne en París y quiénes lo harán en las otras provincias francesas.
En México, en contraste, es sumamente riesgosa la creciente pugna que se está dando entre una decena de gobiernos estatales y el federal. Y la intensidad de la confrontación seguirá en aumento, no solamente por las elecciones electorales que están a la vuelta de la esquina, sino también porque, tan simple como eso, ya no hay dinero en ninguna de las arcas de los tres niveles de gobierno. Tras las elecciones será urgente convocar a una nueva Convención Nacional Hacendaria.