Por Iván Garza García
Masacres en México; la realidad de los “nadies”
“Ahora hay justicia para el pobre y en materia de seguridad ya no manda la delincuencia organizada, como era antes. Ya no hay torturas, desapariciones ni masacres; se respetan los Derechos Humanos y se castiga al culpable, sea quien sea”, se escuchó decir al primer mandatario mexicano como parte de una elaborada arenga que se ofreció con motivo del segundo informe de gobierno. Pese al optimismo presidencial, la situación actual no es tan alentadora como se afirma.
Al inicio de esta semana los medios de comunicación dieron cuenta de una nueva masacre ocurrida en nuestro país, de esas que conforme al discurso oficial ya no se registran en las tierras del águila y la serpiente. Esta vez el municipio de Jaral del Progreso, al sur de Guanajuato, fue el escenario de los aterradores hechos.
En la madrugada del domingo un comando armado irrumpió en el local ocupado por el centro nocturno “La Cabaña del Toro”, ubicado a las afueras de la ciudad hacia la carretera que comunica con la localidad de Cortazar. Los sicarios abrieron fuego contra los empleados y clientes que abarrotaban el lugar. Luego, las autoridades dieron a conocer el terrible saldo: once personas perecieron en el lugar; cuatro de ellas eran mujeres, una más resultó herida de gravedad.
El referido ataque no es un hecho aislado como pretende identificarse en la realidad alternativa de quien dirige los destinos de la nación. De acuerdo al conteo efectuado por el diario guanajuatense AM, tan solo en lo que va del año se han perpetrado treinta y seis masacres en la mencionada entidad. Cifras más conservadoras señalan que en 2020 han ocurrido cuarenta y ocho masacres en todo el país, si se contabilizan cinco o mas personas asesinadas en un solo evento. En uno u otro caso, los datos son estremecedores, como alarmante – por decir lo menos – es la actitud de negación asumida por el gobierno federal.
Cierto, la repentina aparición del mal de moda que ya ha cobrado la vida de más de un millón de seres humanos a lo largo y ancho del mundo, ha enfocado la atención en dos crisis, la de salud y la económica; sin embargo, acá de este lado la crisis de inseguridad también deja ver su crudeza.
Si 2019 dejó un registro de casi 36 mil homicidios dolosos y feminicidios, siendo este el año más violento del que se tenga memoria con un promedio de 97.5 personas asesinadas cada día, el 2020 pinta para ser aún más sangriento.
El confinamiento provocado por una pandemia sin precedentes poco ha servido para mitigar la escalada criminal en México. Para este año se prevé un nuevo incremento en lo indicadores de inseguridad, con una proyección de 40 mil 863 homicidios dolosos; y antes de recibir toda suerte de improperios y epítetos por parte de la fanaticada cuatritransformista, permítanme aclararle a mi única lectora que lo antedicho se obtuvo del texto que contiene el segundo informe presidencial.
Tal parece que la estrategia de “abrazos no balazos” y las actividades asignadas a la recién creada Guardia Nacional, no están rindiendo los resultados esperados. De igual forma, el suceso conocido como “Culiacanazo”; el saludo e intercambio epistolar entre el Presidente y la señora Consuelo Loera; la falta de atención a los integrantes de la familia LeBaron y el recurrente desdén mostrado al tema del feminicidio, entre otros episodios que conforman un largo etcétera, empiezan a cobrar una impagable factura.
Aquí en confianza, en una acontecimiento desafortunado el principal inquilino de Palacio Nacional mostró su indiferencia frente a las masacres acontecidas en México, dejando escuchar sonoras risas al leer el encabezado de un diario de circulación nacional. Tal vez el hecho haya sido sacado de su contexto original para enderezar severas críticas contra el macuspano, pero de forma alguna los asesinados y sus familias pueden ser revictimizados a través de la apatía oficial.
Ayer lo escuche de nueva cuenta y hoy lo escribo, parafraseando al escritor uruguayo Eduardo Galeano: en este país los muertos y las muertas por la violencia parecen ser “los nadies; los hijos de nadie; los dueños de nada. Los nadies; los ningunos; los ninguneados. Que no tienen cara, sino brazos; que no tienen nombre, sino número; que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies que cuestan menos que la bala que los mata”. Ahí se los dejo para la reflexión.