
Por Lenin Orduño Angüis
NO LO NIEGUES MONCLOVA, AÚN SONRÍES CUANDO RECUERDAS LO QUE SUCEDIÓ HACE UN AÑO:
La importancia de la cita requería puntualidad y fue así como exacto a las 7:30 de la tarde de aquel miércoles 2 octubre; Conor Harber, abridor de los locales, realizó el primer pitcheo del juego, una recta apenas afuera para bateador derecho. Oficialmente había iniciado el partido más importante en la historia del béisbol profesional en Monclova. ¡El séptimo de una serie final!
Había quienes ya tenían horas apartando su asiento, otros terminaban de acomodarse y algunos apenas entraban al estadio, y mientras esto sucedía, en solo minuto y medio, los Leones dejaban en claro que el rival también quería ser Campeón. Al primer envío Alex Liddi la puso detrás de la barda del jardín central, homerun de dos carreras y el inicio resultaba escalofriante para los presentes que otra vez, veían como ‘remar contra corriente’ era el nombre de la película a ver. Yucatán 2-0 en el primer inning.
Harber tomó su nivel y empezó a colgar ceros, pero el de enfrente hacía lo mismo, Acereros tocaba a la puerta, pero José Samayoa la cerraba, el juego avanza y Yucatán se mantiene adelante. Llegó el tercer capítulo y por fin se resolvía la encrucijada. Con Eric Young corriendo en primera, Noah Perio lo empata con cuadrangular al jardín derecho, el Estadio Monclova estaba convertido en un auténtico manicomio.
“El silencio es el ruido más fuerte de todos los ruidos”, dice la frase, y de ello fuimos testigos en la cuarta entrada. Dos outs y dos melenudos en circulación, Sebastián Valle conectó un batazo que desde que salió se sabía iba a darle ventaja y colchón a las fieras. Fue un jonrón panorámico, Francisco Peguero era veía incrédulo el viaje de la pelota y quienes estuvieron ahí, fueron aturdidos por el silencio coordinado y natural de casi 9 mil personas. Las caras eran de preocupación. El silencio se escuchaba. Yucatán 5-2 en la cuarta.
Lo que sucedió a las 9:22 de la noche del 2 de octubre de 2019, quedará marcado como uno de los momentos de mayor júbilo en la historia de la ciudad. A los 22 segundos de ese minuto, Érick Aybar conectó uno de esos batazos que hacen soñar, que hacen ilusionarse, que hacen creer. Mientras la pelota se elevaba surgieron las oraciones y plegarias más rápidas en la vida de muchos pidiendo que no se abriera a zona foul, el señalamiento del ampáyer fue claro: ¡batazo bueno! El silencio se transformó en un solo estallido. Personas desconocidas se convertían en familia fundiéndose en un abrazo mientras chocaban sus manos y festejaban que, de nueva cuenta, el equipo de sus amores tenía vida. Empatados a 5 Leones y Acereros. ‘Remar contra corriente’: ¡Otra vez estaba sucediendo!
Lo que vino en lo posterior es historia sabida, una en la sexta con doblete del mismo Aybar para que anotara Álex Mejía y por primera vez había ventaja, dos carreras en la séptima adornadas con espectacular squeeze play ejecutado por Eric Young (bateador) y Rodolfo Amador (corredor) y la del seguro en la octava producida por un Chapo Amador que demostró estar hecho para los juegos grandes.
Carlos Bustamante ya había sacado los últimos dos outs en el octavo rollo y en la novena inició ponchando a Sebastián Valle, Wálter Ibarra fue dominado con rodado a la segunda base, ¡Monclova a un out de hacer historia, nunca tan cerca! Después de hit de Jorge Flores que detuvo un momento el festejo, Jon Jones en cuenta llena rodó al short stop, Mejía levanta, tira a primera: ¡Acereros CAMPEÓN!
Por primera vez en la historia esa escena que solo habíamos visto por televisión o con otros equipos, estaba sucediendo, era real, los jugadores se abrazaban y brincaban festejando sobre el campo, las caras de alegría, el llanto de felicidad y los brazos en alto eran la imagen única entre los aficionados.
Y cuando creíamos que ya lo habíamos ganado todo, un improvisado grito de “Yucatán, Yucatán, Yucatán” para arropar a quien había caído con la cara al sol, salió de la garganta y del corazón de la tribuna. La imagen se viralizó de inmediato, dignos en la derrota, humildes en la victoria. Que quede claro, el equipo no sólo era Campeón en el terreno, su afición había demostrado -una vez más- ser LA MEJOR AFICIÓN DE MÉXICO.