CIUDAD DE MÉXICO.- «Gracias a la obra de Mario, el mundo ha buscado un cierre de filas para abordar una amenaza común. Inspirados por su ejemplo, estamos trabajando para hacer nuestro planeta más seguro y más limpio para las generaciones futuras». Era un 20 de noviembre de 2013 y el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, encabezaba una ceremonia en la Casa Blanca para premiar a Mario Molina, el mexicano ganador del Nobel de Química y quien falleció este miércoles, con la Medalla Presidencial de la Libertad.
El científico se convirtió así en el primer mexicano en recibir la máxima condecoración para civiles, creada en 1945.
Es «uno de los más respetados químicos de nuestra era», lo presentó entonces Obama, quien dijo del científico: «Su amor por la ciencia comenzó desde niño en la Ciudad de México, en un laboratorio improvisado en el baño de su casa».
Gracias a su tesón, recordó, la comunidad internacional ha cambiado la perspectiva en cuanto a las emisiones. Sus investigaciones sobre clorofluorocarburos, añadió, «resultaron en hallazgos en nuestro entendimiento de cómo éstos destruían la capa de ozono».
Pero el impacto de la obra de Molina, subrayó Obama, iba más allá, «influyendo en políticas ambientales y promoviendo la concientización internacional, además de la obtención del Premio Nobel de Química en 1995. Hoy, el doctor Molina sigue siendo un líder mundial, continuando sus estudios sobre calidad del aire, cambio climático y el medio ambiente que nos conecta a todos».
Obama sabía de lo que hablaba. Molina era parte de un grupo de 21 científicos que componían su Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología. También fue parte del grupo de asesores científicos de Bill Clinton.