Por Pablo Hiriart
Antes muerto que en la cárcel
MIAMI, Flo-rida.- La salida precipitada del hospital, sin ningún documento médico que confirme que ya dio negativo en la prueba de Covid, se debe a que Donald Trump necesita recuperar terreno en una elección donde se juega su libertad.
El viernes, cuando se informó de la infección del presidente, una avalancha de incredulidad recorrió las redes sociales y entró a las mesas familiares porque muy pocos daban por cierta una enfermedad que era la salida elegante de Trump de la contienda.
Se equivocaron, aunque se entiende el escepticismo a lo que diga un hombre que ha dicho 20 mil mentiras en su presidencia, y que es el principal difusor en el mundo de noticias falsas en torno al Covid, de acuerdo con una investigación publicada la semana anterior por la Universidad de Cornell.
Los médicos de la Casa Blanca, más los del hospital militar con mayor prestigio de Estados Unidos, el Walter Reed, de Bethesda, no podrían haberse puesto de acuerdo para arruinar sus prestigios y carreras con una mentira de ese calibre.
Trump ordenó su salida del hospital (o se llevó parte del hospital a la Casa Blanca) mientras los médicos afirman que el presidente “no está fuera de peligro”.
Piensa en su libertad que está en riesgo. Eso es algo más importante que su salud y la de sus gobernados.
¿Alguna palabra de aliento de Trump hacia su esposa, también enferma de Covid? ¿Un parte médico? Nada. No existe la primera dama.
Lo vimos en video el lunes, donde está en la Casa Blanca, con kilos de maquillaje y aparente fortaleza cuando se quita el cubrebocas y con dificultades intenta respirar.
Nadie se recupera tan rápido. Se está jugando la vida porque si no gana las elecciones del próximo martes tres de noviembre, su destino será la sombra del talego y el descrédito.
Era lógico que el presidente se quedara a recuperarse el tiempo necesario, lleno de atenciones en el hospital militar de Maryland, de una enfermedad que es mortal para 37 por ciento de personas de su edad que la contraen, y con sus antecedentes de salud.
Cada día baja más en las encuestas y está obligado a remontar para que queden archivados los esqueletos que guardaba en un clóset que ya se abrió.
La candidatura debió pasar a alguien, en este momento, más competitivo que él, el vicepresidente Mike Pence.
No ocurrió porque sólo como presidente puede salvar de la quiebra a sus empresas, como por lo visto ha venido haciendo.
En una de las investigaciones periodísticas más importantes en varias décadas, The New York Times reveló que Donald Trump no pagó impuestos en once de 15 años previos a su toma de posesión como presidente de Estados Unidos.
Tal irregularidad, sin castigo, puso sobre la mesa la injusticia tributaria en este país, donde el SAT (aquí IRS) es implacable con quien debe un dólar de impuestos, y se hace chiquito al conocerse que el presidente no pagó nada en once años.
Sólo en la Casa Blanca puede mantenerse a salvo.
Ayer en una comida de amigos, uno de ellos, indeciso aún, pero con la boleta electoral en su casa (les llega por correo y pueden votar por correo), comentaba que un venezolano vecino suyo le intentó, por horas, de convencer que votara por Trump.
-A ver, compadre, dime cuánto pagaste de impuestos el año pasado-, le respondió luego de oírlo.
-Tantos miles de dólares, una barbaridad en este país, qué horror, etcétera, etcétera, contestó el venezolano.
-Pues mira, el candidato por el que me pides que vote, pagó 750 dólares.
¿De qué vivía Donald Trump?
¿Cómo pagaba sus campos de golf, construcciones y un ritmo de vida que muy pocos pueden darse?
De por medio hay una estafa, desde luego.
Y la deuda de Trump es otro peldaño más hacia los tribunales.
El informe del Times dice que debe 421 millones de dólares. Lástima que el diario no tuvo acceso a los nombres de los acreedores, pero no es difícil imaginarlo.
Los gobiernos de Turquía, Arabia Saudita y Rusia parecen ser las caritativas fuentes de financiamiento del presidente de Estados Unidos. Los países más beneficiados en su mandato.
¿No? Entonces que conteste lo que preguntó Nancy Pelosi: ¿Cómo se apalancó Trump para obtener ese dinero?
¿Quién, y a cambio de qué, le prestó a Trump 421 millones de dólares?
En un debate lo puede negar. Como inquilino de la Casa Blanca puede desdeñar esas preguntas y acusar a la prensa de lo que le venga en gana. Como ciudadano, ante un juez, no.
Por eso se levantó de la cama. No quiere un futuro en tribunales ni entre rejas, con el estigma que ello implica.
La única forma de librar su destino es ganar las elecciones. Él, para él, no para los republicanos ni para los habitantes de este país.
Tendrá que responder, también ante autoridades y no en ruedas de prensa, por qué minimizó el coronavirus, si sabía de su peligrosidad.
Van más de 200 mil muertos. Desde la Casa Blanca eso se puede sortear con mentiras y desplantes, mientras el tiempo hace su trabajo.
Pero el ciudadano Trump que se ‘coordinó’ con los rusos para ganar la elección pasada, que no pagó impuestos durante una vida de derroche y lujos (de discutible buen gusto), y que dejó morir a decenas de miles de sus gobernados por indolente, en la peor crisis sanitaria en un siglo, ese Trump, despojado de su investidura, no tiene defensa ni salvación.
Él lo sabe, y actúa en consecuencia.