Ciento 50 mil objetos de todo tipo -más los que faltan por clasificarse- cuentan la historia del México de los últimos 200 años. Un acervo que comenzó de forma por demás modesta, con un adolescente aficionado a la filatelia.
«Me acuerdo mucho que, estando en secundaria, que ya teníamos que irnos en camión de línea y no del colegio, nos ahorrábamos un amigo y yo el dinero de los camiones de la semana para irnos a pie y, con ese dinero, los viernes podíamos comprar tres o cuatro timbres bonitos», recuerda el coleccionista Bruno Newman.
Más de 50 años después, esa colección de estampillas postales, adquiridas por puro gusto y sin especie alguna de rigor clasificatorio, devino en la fundación el Museo del Objeto del Objeto (MODO), un recinto en la Colonia Roma que mañana cumple 10 años de existencia.
«Esa fecha fue elegida por mí (21 de octubre) como un homenaje silencioso y anónimo a mi madre, que era su cumpleaños. Ella fue quien me inculcó el gusto por los objetos, por las antigüedades, por lo mexicano y el cariño por el País en sí mismo», relata su fundador.
Hoy, el MODO ha logrado amasar un acervo que cuenta con 37 colecciones distintas que abarcan objetos del entretenimiento, salud e higiene, cultura y educación, Gobierno, religión y rituales, entre muchas otras áreas.
Desde objetos como frasquitos de perfume y jabones de principios del siglo 20, pasando por una de las diez primeras televisiones a color que llegaron a México, hasta el acervo más importante del País -de 40 mil objetos- de propaganda electoral, desde Francisco I. Madero hasta Andrés Manuel López Obrador.
El MODO contiene en cada pieza un fragmento de la cotidianidad mexicana.
Para la directora del museo, Paulina Newman, cuyos paseos dominicales de la infancia con su padre por los diversos mercados de pulgas del País cimentaron esta pasión compartida, la labor que desempeñan en el recinto es una de resignificación de los objetos.
«Cuando un objeto pasa a ser parte de un museo, incluso cuando pasa a ser parte de una colección, ya su significado cambia. Incluso ya te está hablando de algo más grande de sí mismo, y esto es lo que pasa con la colección del MODO, que los objetos te están hablando no sólo de lo que pasó en el mundo cuando fueron creados, sino de las personas que las crearon», explica en entrevista.
La colección de Bruno Newman, que comenzó a ser exhibida como ornamento en su propia casa, después en su oficina, y que luego tuvo que habitar una bodega y hasta un departamento propio, comenzó a configurarse con la clasificación de la artista María Alós, quien comenzó con el proyecto de catalogación del acervo.
«El museo nació realmente cuando se empezó a clasificar todo este acervo que estaba metido en cajas y muchas veces no se sabía ni qué había ahí. Este esfuerzo que empezó con Alós y ha continuado, siento que es un muy buen punto de partida donde se empezó a formalizar la colección y a darnos cuenta de que existe toda esta riqueza de piezas que nos hablan de lo que ha sido la vida en México en los últimos dos siglos», explica la directora del MODO.
Fallecida prematuramente en 2011, la Sala 1 de la casona art nouveau con valor patrimonial en la Colonia Roma, en la esquina de Colima y Córdoba, lleva el nombre de Alós como homenaje permanente.
A lo largo de su primera década, el MODO ha dejado que su colección y su clasificación cada vez más específica sea la que sugiera las exposiciones a llevarse a cabo.
Con muestras sobre la historia del rock en México, de la democracia en el País, de objetos fotográficos, de las bebidas mexicanas, del futbol, de lucha libre, erotismo y muy diversos temas más, el modelo del museo de presentar exposiciones temporales con curadores invitados ha logrado una mirada poliédrica de la mexicanidad.
«Está muy difícil que alguien que haga la exposición del erotismo también haga la de la historia de la democracia y también la de la historia del futbol en México», explica Paulina Newman sobre la mecánica de las exposiciones.
«Lo ideal», abunda, «es ir encontrando personas que dominan estos temas, y, muchas veces juntando expertos e investigadores con curadores, trabajan en mancuerna para lograr las exposiciones».
Para los Newman, uno de los aspectos más importantes del museo es la forma en la que ha logrado congregar a generaciones muy distintas de público, aunque el grueso, el 60 por ciento, de sus visitantes son jóvenes.
El resto, explican, son generaciones que se ven directamente involucradas, con una poderosa nostalgia, al ver los objetos que encontraban en sus casas de niños, o en la casa de sus abuelos.
«Tiene que ver con la cotidianidad. Éste es el objeto cotidiano y estamos muy casados con la comunicación, con el diseño de lo cotidiano, y esto es lo que tiene este impacto», dice el fundador del acervo.
«Es interesante a veces darle a lo cotidiano un valor, porque a veces lo olvidamos o simplemente no lo tenemos presente, es algo muy pasajero, muy elusivo, y aquí le damos vida a esos objetos, y sentido. Y eso nos tiene contentos y divertidos», amplía.
Con la mirada en el futuro
Para poder trascender las fronteras de la Colonia Roma, su sede, el MODO ha logrado llevar diversas exposiciones a otras ciudades del País y al extranjero, y cuenta con un programa con el cual lleva objetos llenos de significado a casas hogar, asilos y penales psiquiátricos.
Este año, a causa de la pandemia de Covid-19, el museo inauguró la exhibición virtual Los objetos del confinamiento, conformada por decenas de objetos enviados por el público que, a su parecer, representaran la experiencia del encierro.
Ya de regreso, el MODO decidió implementar la modalidad de «Paga lo que puedas» para recibir de nuevo a su público.
«Las puertas están abiertas y, si puedes pagar el boleto, qué bueno, nos sirve mucho también a nosotros, pero, si no puedes, adelante, no pasa nada. Lo que queremos es que la gente regrese a los museos y que se dé cuenta de que son espacios en los que nos hemos esforzado mucho para hacerlos seguros», declara la directora del recinto.
Tras una primera década de exposiciones muy variadas, y una colección que está en crecimiento perpetuo, Newman evoca con cariño los inicios del acervo conformado por su padre, Bruno Newman, y las pesquisas de ambos por los mercados de México.
«Había dos preguntas que siguen siendo las que no se pueden hacer cuando estás comprando algo: ¿Eso para que lo quieres? o ¿dónde lo vas a poner?», recuerda.
Y su padre, desde hace una década, ya tiene una respuesta siempre lista: «‘¿Para qué lo quieres?’. Para enriquecer el acervo del museo. ‘¿Y dónde lo vas a poner?’. En alguna exposición futura», celebra.