La escena en Norrsken House Estocolmo, un espacio compartido de trabajo, irradiaba una extrema normalidad: hípsters departían en un rincón. Otros charlaban relajadamente en cómodas salas de conferencias. No se veían cubrebocas por ningún lado.
Parecía que se trataba de enero, antes de la propagación del coronavirus en Europa, pero en realidad era septiembre, al tiempo que muchos países europeos endurecían las restricciones por la aparición de nuevos casos. En Suecia, si bien los nuevos contagios mostraban un ligero ascenso, seguían siendo sorprendentemente bajos.
«Nuestra vida laboral no debe verse reducida a sólo una pantalla frente a nosotros», afirmó Thom Feeney, quien administra este espacio de trabajo compartido.
Los suecos rehusaron imponer un confinamiento por el coronavirus en la primavera, al tiempo que los principales funcionarios sanitarios del País argumentaron que las restricciones limitadas eran suficientes y que era mejor proteger a la economía de un colapso.
Por su parte, los suecos reconocen haber cometido algunos errores, sobre todo en los asilos de ancianos, donde la cifra de decesos fue abrumadora. De hecho, los análisis comparativos muestran que la tasa de decesos de Suecia en el pico de la pandemia durante la primavera superó por mucho las cifras de los países vecinos y fue más prolongada. (Otros señalan que el índice de muertes general de Suecia es comparable con el de Estados Unidos).
Sin embargo, ahora la interrogante es si el reducido número actual de casos, comparado con los pronunciados aumentos en otros lugares, demuestra que ha llegado a un equilibrio sostenible -o si las cifras recientes son sólo una aberración temporal.
«Parece algo positivo», señaló Anders Tegnell, el epidemiólogo estatal de Suecia. Con una población de 10.1 millones de personas, Suecia tuvo en promedio un poco más de 200 casos al día durante varias semanas, pese a que en los últimos días esa cifra ha aumentado. El índice per cápita es mucho menor que la de Dinamarca, su país vecino, o la de los Países Bajos.
En la primavera, cuando otros países estaban imponiendo restricciones, Suecia frecuentemente fue vilipendiada por haber tomado su propio camino. Se prohibieron las reuniones de más de 50 personas, los museos fueron cerrados y los eventos deportivos fueron cancelados. Pero hasta ahí llegaron las medidas y los funcionarios dijeron que confiaban en el sentido común de los suecos de mantener su distancia y lavarse las manos. No se requería el uso de tapabocas.
Tegnell dijo que Suecia prescribirá el uso de cubrebocas en ciertos casos, particularmente para contener los brotes locales. Y dijo que ahora consideraría restricciones locales limitadas al movimiento y el cierre de escuelas.
Pero insistió en que el distanciamiento brinda en general una mejor protección que los cubrebocas.
En primavera, en el hospital Sodersjukhuset en Estocolmo, las ambulancias descargaban constantemente a pacientes con Covid-19. «En abril, parecía que casi todo mundo tenía Covid», dijo Karin Hildebrand, cardióloga de la unidad de cuidados intensivos.
Ahora, «ya no vemos a pacientes con Covid», dijo. «¿Cuántos hay ahora en nuestra sala?», le preguntó a un colega. «Uno», le contestó.
Algunos expertos creen que Suecia ahora tiene controlado casi por completo al virus.
«Hay señales de que los suecos han alcanzado cierta inmunidad a la enfermedad, que junto con todo lo demás que están haciendo para evitar que la infección se propague, es suficiente para que el padecimiento se mantenga en niveles bajos», dijo en una entrevista Kim Sneppen, profesor de Biocomplejidad en el Instituto Niels Bohr de Copenhague.
Aunque los suecos están lejos de haber logrado la inmunidad colectiva, dijo, «podemos concluir que sus reglas de distanciamiento social han demostrado ser esenciales».
Christina Anderson contribuyó con reportes a este artículo.