
El pelotero Randy Arozarena se voló la barda al cambiarle la vida drásticamente a su familia.
Hoy es el primer novato en ganar el MVP de la Liga Americana, y además estelar jardinero de los Rays de Tampa Bay en la Serie Mundial, contra los Dodgers de Los Ángeles.
Hace cinco años era un cubano más que huía de la isla en un viaje de ocho horas, a bordo de una balsa, con destino a Isla Mujeres, México, en busca del jonrón que sacara a su familia de la pobreza.
Siempre hay detonantes; los suyos fueron el fallecimiento de su padre y el que lo excluyeran del roster de los Vegueros del Pinar del Río para la Serie del Caribe 2015, ante la sospecha de deserción.
“Para pasar lo que vivió hay que tener mucho valor”, reconoce a CANCHA su hermano Raiko, hoy portero de Cafetaleros de Tapachula, Liga Premier, la tercera categoría del futbol mexicano.
“El salirse solo, pasar hambre y frío, salirse sin dinero, sin ropa, sin nada. Nunca nos dijo que se iba a ir. Nos enteramos cuando llegó a México”.
Randy Arozarena es tendencia, lo mismo por sus siete cuadrangulares y 10 carreras producidas en Playoffs, como por sus festejos bailando con música de Michael Jackson, o por celebrar sus jonrones a lo Cristiano Ronaldo.
Hoy, la vida le sonríe, pero no siempre fue así.
“Nos dice que ya está acá (en México), que quiso cambiarnos la vida, y tener la oportunidad de podernos sacar de ahí, de Cuba. Mi papá fallece y él, como es el hermano mayor, se quiere hacer responsable de la familia”, cuenta Raiko.
Randy llegó en 2015 a México con la agenda vacía de contactos y el alma repleta de determinación.
Una visoría en Mérida, el viaje a la academia de los Toros de Tijuana, el picar piedra lejos de su familia, y la promesa cumplida antes de viajar a Estados Unidos para enrolarse, a mediados de 2019, con los Cardenales de San Luis, resume sus cinco años antes de la exitosa apuesta de los Rays.
“Nos pusimos bien felices al saber que nos iba a traer a México. Es mucha presión allá en Cuba, te encantaría salir de Cuba, tener mejor vida, sin pensarlo fue ‘¡vámonos!'”, recuerda Raiko sobre las sensaciones de su madre Sandra y su hermano Ronny.
Para ellos no hubo balsas ni olas ni tormentas. Viajaron en avión, ya con papeles de su futura residencia en Mérida, fieles testigos de un jonrón más impactante que los que hoy Randy presume en las Grandes Ligas.
“Yo creo que tomó esa decisión para poder cambiarnos la vida. Lo que se propone, siempre lo logra”, advierte Raiko.
Asciende ‘Cohete’ a gran velocidad
A Randy Arozarena le dicen el “Cohete cubano”. El apodo encaja con él. De cierta manera, la vida del originario de Arroyos de Mantua ha sido explosiva.
En un año pasó de ser un buen prospecto de los Cardenales de San Luis a pelotero estelar de los Rays de Tampa Bay, en este Clásico de Otoño. Lo avalan los 7 cuadrangulares y 21 hits para 10 carreras producidas en Playoffs, antes de encarar a los Dodgers.
En una charla con The New York Times, su descubridor Guillermo Armenta contaba del potencial atlético del jardinero derecho, quien ya hace cuatro años recorría 54 metros en 6.9 segundos, al igual que un beisbolista de Grandes Ligas, y era capaz de caminar con las manos desde el home plate hasta primera base.
Armenta lo detectó en Mérida antes de llevarlo a los Toros de Tijuana, donde consiguió numerosas pruebas con la MLB.
El cubano, hoy de 25 años, picó piedra antes de convencer a los Cardenales que bien valía un millón 250 mil dólares, a mediados de 2019.
No le tuvieron tanta fe. En enero lo usaron como moneda de cambio por algunos peloteros de los Rays.
Su debut con Tampa Bay se postergó un mes debido que se contagió de Covid-19. Desde agosto no paró de romperla: 7 jonrones en temporada regular, y otros 7 en este octubre en unos Playoffs especiales, ya que venció a su ídolo cubano Yulieski Gurriel, de los Astros.
“Me cuenta que está bien, contento y feliz, que sus compañeros en Tampa están contentos con él y de aquí para adelante, quiere ganar la Serie Mundial”, comenta su hermano Raiko Arozarena.