Por Pascal Beltrán del Río
Contrarreforma política
Durante cuatro décadas, el sistema político mexicano abrió espacios de participación a las minorías. Podían ser pequeñas rendijas, pero era, al fin, apertura.
Lo que sucedió hace unos días en el Tribunal Electoral, que decidió otorgar el registro a tres partidos afines al actual gobierno y negárselo a uno contestatario, es la antítesis de esa historia.
Todo comenzó en 1977. Habían pasado casi diez años de la masacre de Tlatelolco, uno de los peores episodios de represión en la historia de los regímenes del PRI. La Reforma Política implementada por Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación, reconocería nuevos partidos políticos por primera vez en un cuarto de siglo. Quizá pensando en su propia sobrevivencia, el sistema abdicaría de una cerrazón que había conducido a que, en 1976, José López Portillo fuera candidato único a la Presidencia.
Dos de los partidos a los que se les otorgaría registro tenían una larga historia y se ubicaban en los extremos del espectro ideológico: el Comunista Mexicano y el Demócrata Mexicano.
El PCM había sido fundado en 1919, como capítulo mexicano de la Internacional Comunista. El PDM nació como brazo político de la Unión Nacional Sinarquista, movimiento surgido en 1937 para reorganizar a los cristeros derrotados.
Ambas corrientes habían sido proscritas durante el alemanismo. La primera, en 1951, por el temor que causaba al gobierno el activismo sindical. La segunda, por encapuchar la estatua de Benito Juárez durante un mitin en 1949 frente al Hemiciclo, cuando acababa de obtener su registro como Partido Fuerza Popular.
El régimen permitió la participación de comunistas y sinarquistas que, en su primera incursión electoral después de la Reforma Política, en 1979, obtuvieron 5.10 y 2.26 por ciento de los votos, respectivamente, y alcanzaron representación en la Cámara de Diputados.
Hasta entonces, el PAN había sido la única oposición real que el PRI había tenido. El sistema de cuatro partidos que existió hasta 1976 había sido una ficción, pues dos de ellos, el Popular Socialista (PPS) y el Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) habían sido paleros del PRI. Por eso, cuando el PAN no pudo postular candidato en 1976, por un conflicto interno, López Portillo se quedó sin contrincante, cosa que evidenció ante el mundo que México no era precisamente una democracia.
La Reforma Política otorgó registro a un tercer partido, el Socialista de los Trabajadores (PST), que no tardaría en sumarse a la constelación de satélites del PRI de la que ya formaban parte el PPS y el PARM.
A diferencia de lo que hizo aquella reforma —cuya huella se puede encontrar en las alternancias en la Presidencia de 2000 y 2018—, la decisión del Tribunal Electoral de otorgar registro al Partido Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas y Fuerza Social por México, y negárselo a México Libre, ha cerrado la puerta a la participación de nuevas minorías.
El espectro de partidos políticos que podrá presentar candidatos en 2021 está poblado por una mayoría de partidos afines al gobierno, algo que no sucedía desde 1979. De un total de diez, seis lo son: Morena, Partido del Trabajo, Partido Verde y los tres mencionados arriba. Se ha dado, en los hechos, una contrarreforma electoral.
BUSCAPIÉS
Esta noche se disputa el sexto juego de la Serie Mundial de beisbol. De ganar los Dodgers de Los Ángeles, de la Liga Nacional, se coronarán como campeones de la Gran Carpa. Si ganan las Mantarrayas de Tampa Bay, de la Liga Americana, habrá un séptimo juego, decisivo, el miércoles. Este año, la Serie Mundial coincide con las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Curiosamente, la mayoría de las veces que eso ha sucedido, en la era moderna del beisbol, ha habido una coincidencia entre la liga que se lleva la serie y el partido que gana las elecciones. En 16 de 28 ocasiones, cuando triunfa el equipo de la Liga Americana, gana el Partido Republicano, y cuando gana el de la Nacional, triunfa el Partido Demócrata.