Por Alberto Aziz Nassif
¿Adiós a Trump?
Hay elecciones en donde sólo hay ajustes menores, pero no definen un cambio y su resultado suele tener un alto nivel de abstencionismo. En contraste, hay momentos particulares en donde la voluntad popular define el futuro de un país para las siguientes décadas. Cuando las opciones en juego se definen en blanco y negro, las elecciones se vuelven muy importantes. Eso es lo que pasará dentro de una semana en Estados Unidos, cuando los ciudadanos asistan a las urnas de manera definitiva, porque el proceso de votación anticipada lleva más de 57 millones y el voto por correo acumula más de 39 millones (EL UNIVERSAL, 25/10/2020).
Estas elecciones son consideradas las más importantes en muchos años. Se trata, sin exagerar, de la posibilidad de reconstruir un sistema democrático que ha sido fuertemente afectado por la ola trumpista o seguir su destrucción. La huella de una ultraderecha violenta y racista ha polarizado de forma importante la convivencia social y ha generado el resurgimiento de viejos movimientos en contra del racismo y la discriminación. El trumpismo ha desequilibrado las relaciones con el Congreso y con el poder judicial, sobre todo por el nombramiento de jueces con un perfil conservador, cuya cereza fue el nombramiento, ayer, de Amy Coney Barrett, que deja una mayoría conservadora (6 contra 3) en el máximo órgano judicial del país. Quedará en el aire una agenda muy importante sobre derechos a la salud, el aborto, el medio ambiente, etc. Trump también ha ensanchado mucho la desigualdad por haber realizado la mayor disminución de impuestos desde la presidencia de Reagan.
En el escenario internacional inició una guerra comercial con China; se ha alejado de sus aliados en Europa; ha sido un factor de más polarización en Medio Oriente con su apoyo indiscriminado a Israel y el cambio de la embajada a Jerusalén, a la que reconoce como la capital del país; ha insultado a México en múltiples ocasiones.
Con un desplante sin límite ha impuesto un ruido permanente a través de su cuenta de Twitter. Trump ha sido un presidente mentiroso, pero no como cualquier político, sino como una patología. The Washington Post ha hecho un seguimiento puntual de esta actitud y en su base de información contabilizó hasta julio pasado: 20 mil “declaraciones falsas o engañosas” (Post Opinión, 1/10/2020).
La reelección de Trump se veía relativamente segura hasta el mes de febrero. Sin embargo, la pandemia le pegó a Estados Unidos en la línea de flotación y cambió el escenario electoral completamente. No sólo son graves las 225 mil muertes por Covid-19 y los más de 8 millones 646 mil casos (Johns Hopkins, 26/10/2020), sino la torpeza del presidente en el manejo de la enfermedad, sus mentiras cotidianas y la descalificación constante a los médicos. Hace unos días, al encargado de combatir el coronavirus, el Dr. Anthony Fauci, lo llamó “idiota”. La primera economía del mundo se enfrenta a la peor crisis en un siglo. En suma, la barbarie del personaje, la pandemia y la crisis económica, lo ubican en las encuestas por debajo del candidato demócrata, Joe Biden.
La derrota de Trump se ve hoy como una posibilidad factible, con las precauciones y enseñanzas que dejó la elección de 2016 (voto popular y votos electorales). La importancia de esta elección no sólo afecta a Estados Unidos, sino que tendrá efectos globales. La derrota trumpista sería un poderoso mensaje para otros liderazgos ultraderechistas que se han sentido respaldados o inspirados en Trump. La opción de los electores el próximo 3 de noviembre será: entre un agravamiento de lo que ha generado la demagogia de esta caótica administración destructora de la democracia estadounidense, o la posibilidad de recuperar la ciudadanía, la institucionalidad (con todos sus problemas) y el centro que representan Biden y Harris…
@AzizNassif