CIUDAD DE MÉXICO.- Golpeados por primera vez por un ataque islamista de magnitud los vieneses, aun conmocionados, se arriesgaban a salir a las calles cerca del lugar de los tiroteos para tratar de comprender lo que parecía hasta hace poco impensable.
A unos metros del lugar del ataque, en el barrio de la Opera y la Sinagoga, Shila permanece en el cancel de la puerta de la librería. Escruta ese rincón de la plazoleta de elegantes adoquines, ahora cubiertos por círculos de tiza: uno por cada casquillo.
Los primeros disparos estallaron en la Sterngasse, justo antes de la entrada en vigor del reconfinamiento de Austria y cuando este barrio animado del centro estaba lleno de noctámbulos que venían a brindar por última vez.
Su hermano tenía la tienda abierta cuando ocurrió el ataque.
«Estamos en Austria y no comprendió lo que podía ser aquello solo hasta cuando la policía llegó, le pidió apagar todas las luces y quedarse adentro», dice la librera, que no quiso dar su apellido.
«Hoy abrí, incluso sin ningún cliente, no hay que someterse y dejarlos ganar», dice la joven.
En unos instantes los vieneses perdieron algo que apreciaban especialmente y enorgullecía a los habitantes de la capital austriaca: el sentimiento profundo de seguridad.
«No es Berlin ni Paris, somos tal vez una gran ciudad, pero donde nunca pasa nada verdaderamente grave», dice a la AFP Sharut Günduz, recepcionista en un hotel situado cerca del perímetro de seguridad.