Poder conciliar el sueño era un reto casi imposible, pues tan sólo al cerrar los ojos, podía escuchar a su alrededor el aleteo de esas aves carroñeras, mientras que fuertes carcajadas ponían su piel de gallina. Repentinamente, sintió como tomaron su mano para tratar de sacarlo de su cama y de esa manera, dar inicio a una batalla que tenía perdida.
Si, esta es la historia de Mónico Martínez, uno de los personajes más conocidos de la ciudad de Saltillo a principios del siglo pasado, el cual fue raptado por brujas enviadas por el mismo demonio.
Muchos señalan que Mónico era una de las personas más agradables que habitaban en la ciudad, aunque algunos aseguran que esto era debido a su trabajo como botones, el cual mostraba una actitud amable, buscando de esa manera obtener alguna moneda de los huéspedes que llegaban al Hotel Plaza y al Hotel Coahuila en dónde prestaba sus servicios.
Este era ampliamente conocido, debido a su parentesco con Crescencio Martínez, uno de los toreros más famosos de la época y por tal motivo, no faltaba quien se acercaba hasta él para entablar una amena conversación.
No importaba el tema que se fuera a tratar pues Mónico, siempre tenía algo que comentar por lo que era abordado constantemente por sus vecinos, quienes buscaban un momento de relajación o simplemente para enterarse de los chismes que rondaban por la ciudad.
Llegar a la hora de ir a trabajar, Mónico se dirigía hasta el hotel y se paraba en la entrada, portando su uniforme de color azul parecido a los que utilizaban los carteros de la época, a diferencia de que éste lo portaba pulcramente, siendo el orgullo de los gerentes al verlo tan limpio y planchado de su ropa.
Al llegar el año de 1921, la pesadilla llegó pues a mitad de la noche, Mónico despertaba soltando fuertes gritos que eran escuchados a varias cuadras a la redonda, en donde los vecinos despertaban asustados mientras escuchaban qué decían a lo lejos «las brujas, las brujas me llevan».
A la mañana siguiente no faltó quién cuestionara al botones sobre lo ocurrido, pero este mostraba en su rostro señales de horror y desveló, continuando su camino sin emitir palabra alguna, lo que provocaba la sorpresa entre las personas que antes lo consideraban como su amigo.
Cada noche los gritos serán escuchados por todo el vecindario hasta que sus familiares decidieron investigar lo que ocurrió en esa casa ubicada en la calle de Santiago, actualmente conocida como General Cepeda en el número 765, por lo que uno de sus primos su vivienda.
Cada día era el mismo ritual, tras pasar una noche de horror, Mónico se preparaba para irse a trabajar, no sin antes colgar en su cuello diversos amuletos, los cuales él aseguraba, era su protección contra la hechicería.
Al llegar la noche, nuevamente los gritos de desesperación eran escuchados en la habitación de Mónico, por lo que su primo ingresaba con rapidez para tratar de averiguar lo que ocurría, observando como el pobre hombre buscaba esconderse entre las sábanas, mientras aseguraba que las brujas iban a llevárselo.
Mónico le pidió a su primo en varias ocasiones que no lo dejara solo, pues en cualquier momento sería raptado por las hechiceras, así que su familiar colocaba una silla a un costado de la cama de su cama y permanecía casi toda la noche en vela, hasta que el sueño terminaba por vencerlo.
De repente, los gritos desesperados de alertaban al primo quien despertaba asustado al ver cómo Mónico mantenía una pelea con un ser invisible, soltando horrendos aullidos que nuevamente se escuchaban por el vecindario.
A la mañana siguiente, los gendarmes acudieron a la casa de Mónico, pues eran muchas las quejas de los vecinos, quienes alegaban que no podían dormir al escuchar los lamentos y pensando que tal vez trataban de agredirlo, llamaron a la policía y buscaron que la autoridad impusiera el orden.
Sin embargo al llegar a la vivienda, estos fueron recibidos por el primo de Mónico, quién relato detenidamente lo que ocurría cada noche, llegando a ser juzgado como un desquiciado, por lo que éste les pidió a los uniformados que lo acompañarán una noche para que comprobaran ellos mismos, lo que pasaba en aquella habitación.
Las puertas del cuarto de Mónico fueron cerradas desde adentro y los dos policías se sentaron en el exterior, pidiendo al primo de Mónico que se mantuviera a la vista de ellos, pues no estaban dispuestos a ser sorprendidos por algún truco realizado para asustarlos.
La noche llegó y los dos policías junto con el primo, fueron vencidos por el sueño y terminaron por quedarse dormidos en el suelo, frente a la puerta que lleva al cuarto de Mónico, hasta que los conocidos gritos los despertaron y rápidamente trataron de ingresar en el cuarto que se encontraba vacío, pues Mónico había desaparecido por arte de magia y únicamente vieron como la ventana se encontraba abierta, pero era imposible que este hubiera salido o alguien entrado, pues los fuertes barrotes protegían el lugar.
Desconcertados los gendarmes salieron despavoridos de la casa e informaron sobre la desaparición de Mónico, mientras que varias personas llegaban a la jefatura para informar que una persona fue observada volando por los alrededores de El Ojo de Agua, mientras soltaba al alaridos de miedo.
A la mañana siguiente, una trágica noticia conmocionó a la ciudad entera. Mónico fue encontrado flotando sin vida en una pileta que se encontraba en la quinta Altamira, a pocos metros de su casa y su cuerpo mostraba varios rasguños, los que aparentaban haber sido hechas por las garras de algún animal.
Desde aquel día, se observaron varias lechuzas que volaban por la casa de Mónico y hay quienes aseguran que se pueden escuchar los gritos de alguien que grita a lo lejos «las brujas, las lechuzas, me quieren llevar».