Por José Elías Romero Apis
Anatomía de lo inefable
En lo que he podido tratar al general Cienfuegos, lo tengo como un hombre de honor y como un hombre de inteligencia. Ya casi no me equivoco con las personas, porque tengo una edad muy suficiente y una experiencia que triplica a mi edad
Como a muchos, el asunto del general Salvador Cienfuegos me parece inentendible e inexplicable. No encaja en la costumbre, ni en la lógica ni en la ley. En esta ocasión lo analizo como abogado y no como político. A la vista de la ley, es absurdo. A la vista de la política, es oscuro.
En lo que he podido tratar al general Cienfuegos, lo tengo como un hombre de honor y como un hombre de inteligencia. Ya casi no me equivoco con las personas, porque tengo una edad muy suficiente y una experiencia que triplica a mi edad. Por eso, en unos cuantos minutos de plática, me percato de quién es honorable y de quién es inteligente. Y los delitos imputados en este caso no concuerdan con el perfil del acusado.
Al lavado de dinero y al narcotráfico las personas se dedican por necesidad y perversión, no por encumbramiento ni ambición. En el crimen también hay clases. Los delincuentes pobres cometen robo. Los delincuentes ricos cometen fraude. Aquéllos, asaltan; éstos, estafan. Casi nunca es al revés.
Los lavadores limpian el dinero de los ricos. Los ricos no lavan ni su automóvil, mucho menos su dinero. Es tan absurdo como si dijeran que un secretario de Hacienda vende “charolas” falsas. Podría vender concesiones bancarias, exenciones tributarias o, en el peor de los casos, “charolas” verdaderas. Pero, vayamos a mi sintética reflexión jurídica.
La imputación y la detención me parecen no sólo absurdas, sino hasta mal hechas. No parece que se prepararon en un año, sino en media hora. No pasarían un examen de 3er semestre.
Más tarde, la Fiscalía extranjera retiró los cargos, pero retuvo al imputado. El mismo absurdo jurídico que Herodes cometió hace 20 siglos.
Pero sigamos con que la autoridad extranjera retiene, pero deporta sin deportación. Ni en una mala serie se le aceptaría al guionista.
Por eso es libre, pero viaja custodiado por marshalls. Mala telenovela.
Usted disculpe, pero se tiene que ir, pero que lo lleven en nuestro jet privado, pero no se puede quedar, pero no tenemos nada contra usted. Si lo dice un alumno, ¿cómo lo calificaría su maestro?
No se usó el Tratado de Extradición porque México no solicitó que viniera para un juicio mexicano, porque no hay juicio mexicano.
No se usó el Tratado de Asistencia Jurídica porque no se pidió que la autoridad extranjera desahogara diligencias mexicanas, porque no hay diligencias mexicanas.
No se usó el Tratado de Ejecución de Sentencias, porque no hay sentencias.
No se utilizó el enjuiciamiento bajo el artículo 4º porque el inculpado no estaba en México, sino en el extranjero y no delinquió allá.
Quizá se utilizó un convenio atípico e irregular que ni tiene nombre, pero que resulta ilegal al no usar los tratados existentes.
Esto inaugura un sistema inusual en nuestro tiempo, pero debe reconocerse que es tan práctico como el de los romanos, tan elemental como el de los jíbaros y tan sencillo como el de los inquisidores.
No hubo sobreseimiento y, por eso, las causas extranjeras o mexicanas seguirían vivas y el inculpado está sin seguridad jurídica alguna.
Cuando llegó a México, el Ministerio Público le informó que se le está investigando. Ésta es una cortesía extraña y muchos procuradores consideran que es indebida y hasta sancionable.
Este caso no es esto ni es lo otro. No tiene ni nombre asignado, como las enfermedades más nuevas y peligrosas a las que, siempre, hay que comenzar por bautizar.
Total, que el caso Cienfuegos viene a demostrar, a estas alturas de la historia y de la civilización, que, a pesar de nuestras constituciones y discursos, todos vivimos en una libertad provisional.