
Por Pablo Hiriart
Un presidente soberbio y… ‘vienen tres meses horribles’
MIAMI, Flo-rida.- Hace un mes, en este país morían alrededor de 750 a mil personas por Covid diariamente. Una barbaridad. Pero ahora es incalificable: la pandemia mata entre dos mil 200 a dos mil 850 cada 24 horas.
Y al presidente le importa un pepino.
Él está concentrado en descalificar las elecciones.
Apenas este fin de semana asistió a un mitin en Georgia y le habló al gobernador, que es de su partido, y le exigió que se mueva para anular los resultados.
En público sigue con su alegato del fraude. Y en privado se preparan amnistías anticipadas.
Mientras, los hospitales y centros de salud se encuentran saturados de enfermos.
Las morgues rebosan de cadáveres.
El número de emergencia (911) está en punto de colapso.
Los hijos del país más avanzado de la Tierra mueren como moscas por un virus que su presidente desdeñó y sigue sin darle importancia.
Un país abandonado por su presidente, carece de estrategia sanitaria para enfrentar la mortandad provocada por el Covid-19.
Sí hubo estrategia para descarrilar la elección que Trump perdió, y fracasó.
“Vienen tres meses horribles” para Estados Unidos, sintetiza el decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown, Jashid Jha, en The New York Times.
El 1 de marzo habrán fallecido 470 mil 974 personas en el país, de acuerdo con el Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington.
Estamos hablando de la peor tragedia, en vidas humanas, que ha sufrido este país desde la guerra civil.
Casi medio millón de muertos en un año de pandemia en el país mejor equipado del mundo, con 91 premios Nobel de Medicina en su historia, pero con un presidente soberbio que despreció a la ciencia y minimizó los efectos del virus.
Y no corrige.
Señala ese instituto de la Universidad de Washington que, si la utilización del cubrebocas se hiciera obligatoria en todo el país, en febrero se podrían salvar 160 mil vidas.
¿Por qué no se hace?
Porque con ello el presidente reconocería que cometió un error. Y no lo va a hacer.
Que se mueran, pero yo no le doy la razón a mis detractores.
Señala el espléndido trabajo de Donald McNeil Jr. en el Times que ahora los estados más afectados son aquellos que conforman el núcleo duro del trumpismo (las dos Dakota, Iowa, Kansas, Nebraska y Wyoming).
Lo lógico es que el presidente estuviera en una campaña de convencimiento y exhorto a sus seguidores a utilizar cubrebocas, a no acudir a reuniones masivas y evitar los festejos navideños.
¿Por qué Trump no lo hace?, le preguntó McNeil al especialista William Schaffner, de la Universidad de Vanderbilt.
“Porque no está en su ADN. Significaría admitir que estaba equivocado y que Tony Fauci tenía razón”.
En lo dicho: primero muertos (no él, sino los demás, que no tienen acceso a una atención a la altura del presidente) que aceptar un error.
Y mucha gente (es decir miles) muere porque le creyó a Trump cuando dijo en su momento que no servía el cubrebocas.
Le festejaron cuando se burlaba de Joe Biden porque usaba la mascarilla casi siempre.
Relativizaron el peligro del coronavirus porque Trump, al que le creen, dijo en público que no era un asunto grave, a pesar de que conocía la nocividad del virus.
Un país polarizado y dividido por su presidente, no puede unir fuerzas ante una adversidad mayor.
Los resultados están a la vista.
Sin que cayese una sola bomba, Estados Unidos habrá perdido, en un año, más vidas que las que perdió en toda la Segunda Guerra Mundial.
Por Covid, proyectado al 1 de marzo, 470 mil 974 víctimas mortales.
Por la II Guerra, 405 mil 399 soldados muertos.
China, donde nació la pandemia, tomó en serio el problema, asumió medidas a la altura de la gravedad y orientó a su población. ¿Resultado? Cuatro mil 634 muertos.
El virus mató más gente en Estados Unidos que todas las guerras que ha tenido en su historia, salvo en la de Secesión, donde murieron 620 mil estadounidenses (otra vez, por un país dividido).
Trump destinó, como nadie, recursos públicos a gasto militar.
Y le quitó presupuesto a la ciencia e investigación epidemiológica.
El resultado de esa combinación insensata está bajo tierra.
Bajo tierra o hechos ceniza están cientos de miles de víctimas de la soberbia de un presidente que no quiso corregir un error y darle prioridad a la ciencia sobre el interés político personal.