Por Jorge Fernández Menéndez
Comenzó el 2021: cambios, mujeres, dólares
Es otra una enorme responsabilidad la que se dio esta semana al Ejército: distribuir y aplicar las vacunas contra el covid-19
La llegada de Tatiana Clouthier a la Secretaría de Economía implica un fortalecimiento del entorno presidencial y, al mismo tiempo, un alejamiento de las consideraciones técnicas para favorecer la política.
Tatiana, al inicio de la administración, fue propuesta como subsecretaria de Gobernación, una posición que no llegó a asumir para regresar a Nuevo León, se suponía que para buscar la candidatura, pero que en realidad dejó por conflictos internos dentro del grupo cercano al presidente López Obrador. Regresa al primer nivel en una posición que no es la suya: su especialidad está lejos del comercio y la economía, pero jugará, y lo hará con fuerza, en el ámbito político. Y goza del reconocimiento del Presidente y éste sabe de su lealtad. Esa es la razón de su designación.
Graciela Márquez Colín es, de alguna forma, la antítesis de Tatiana. Es una especialista con sólida formación y poco, o nada, de carisma político. Fue durante estos dos años una de las figuras moderadas del gabinete. Su esposo, el economista Gerardo Esquivel, comenzó como una de las principales figuras de la secretaría de Hacienda, incluso con más peso que Carlos Urzúa, pero rápidamente dejó esa secretaría para irse al Banco de México. Urzúa dejaría Hacienda poco después. Esquivel también tiene un perfil moderado, en la política y la economía. Márquez Colín irá a una dependencia poco sexy, pero importante, que el presidente López Obrador siempre ha visto con desconfianza, el Inegi.
A la Tesorería de la Federación llega Elvira Concheiro, otra mujer que desde hace años acompaña a López Obrador. Sustituye a otra colaboradora, ella sí con experiencia técnica importante para llegar al Banco de México, Galia Borja Gómez. Esa posición será clave a la hora de decidir si se mantiene o se cambia a Alejandro Díaz de León en la gubernatura de Banxico.
Otra mujer, la capitana Ana Laura López, llega a la dirección de Puertos en lugar de Rosa Icela Rodríguez, ya próxima a incorporarse a la Secretaría de Seguridad. Si faltaba alguna pieza para que la Marina tuviera el control absoluto de los puertos, lo termina de asegurar con esta designación. Y ya verá usted, fuera de los discursos oficiales, que nunca reconocen errores, cómo en los próximos días y semanas habrá una vuelta de tuerca importante en las estrategias de seguridad, a partir de fuerzas militares.
Por cierto, es otra una enorme responsabilidad la que se dio esta semana al Ejército: distribuir y aplicar las vacunas contra el covid, sobre todo en un momento de fuertes enfrentamientos internos de varios funcionarios con el subsecretario López-Gatell. Y añadido a ello la renuncia, días atrás, de Alfonso Romo, con la decisión presidencial de eliminar la oficina de la presidencia que éste encabezaba. En realidad, esa oficina hace tiempo que había sido rebasada y sus principales funciones están en otras manos en Palacio Nacional.
Hay otros movimientos interesantes. Tengo serias dudas de que el acuerdo del gobierno con la iniciativa privada en torno a la ley de outsourcing, de subcontratación tenga los alcances que algunos creen ver. Habrá tiempo para analizar y modificar una iniciativa de ley que, cómo está propuesta, podría provocar graves daños económicos, incluyendo al propio gobierno, el cual subcontrata a más de 500 mil personas y que no tiene presupuesto alguno para incorporarlas formalmente. Habrá que ver qué quiere decir eso de abandonar malas prácticas o cómo se plantea el otorgamiento de derechos laborales, una medida acertada, pero que debe ser también revisada, porque en la economía formal la creación de empleos es cada día más costosa para cualquier empleador que, además, ve enormes dificultades cuando debe ajustar su plantilla laboral: tener una economía flexible en ese ámbito será fundamental para salir de la crisis.
Por otra parte, en otra iniciativa interesante, se intenta legislar para que los bancos puedan utilizar los dólares que captan, pero que tienen inmovilizados por distintas regulaciones, sobre todo en Estados Unidos. La idea es que esos dólares los compre el Banco de México para trasladarlos a nuestra economía, pues tenemos miles de millones de dólares estacionados sin poder moverlos, sin que lleguen a las familias y, paradójicamente, asumiendo costos.