Por Pascal Beltrán del Río
Es pura y simple lucha por el poder
Hubo un tiempo en que pertenecer a un partido político era cosa seria. Quien militaba hacía suyos los principios de la organización, y alguien que llegaba a ser candidato frecuentemente había pasado por cursos de formación de cuadros, de los que el pensamiento y la historia del partido eran el centro.
Aunque todo aquello se ha ido acabando y los partidos se han vuelto simples agencias de colocación para recibir los votos de los ciudadanos, uno no puede dejar de alzar las cejas al revisar muchas de las candidaturas que se barajan o de plano se anuncian para la próxima temporada electoral.
El atrevimiento para pescar a quien sea como abanderado, con tal de que resulte competitivo en las urnas, es algo que une a los extremos de nuestro polarizado sistema de partidos.
Y si no, vea lo que sucede en Nuevo León, donde Morena casi ha hecho suya la candidatura de la priista Clara Luz Flores, alcaldesa de Escobedo, para que represente al partido del gobierno en la contienda para gobernador del estado.
O en Baja California, donde la alianza antiMorena —conformada por PRI, PAN y PRD— coquetea con llevar como aspirante a Jorge Hank Rhon, empresario y exalcalde de Tijuana, a quien el panismo combatió durante la presidencia de Felipe Calderón.
Por supuesto, aún falta que llegue el periodo de registro de candidaturas, pero el instinto en el oficialismo y la oposición parece ser el mismo: pactar con cualquiera que los lleve a ganar posiciones. Es decir, ésta no es una lucha por principios y valores, sino una simple lucha por el poder. Y aunque eso no debiera espantar a nadie, rema contra el discurso de la 4T y los impulsores de la alianza, quienes dicen guiarse por los intereses superiores de la nación.
En Morena afirman que no tienen lugar los “vulgares ambiciosos”, pero parece que se vale echar mano de quienes hasta hace poco hablaban mal del lopezobradorismo. Y lo mismo sucede en la oposición, donde se olvidan de viejas rencillas con tal de ganarle la partida al Presidente de la República.
Al final, es pura aritmética: encuestas que dicen quién es el candidato más popular, al margen de sus convicciones. Nada de discusión de ideas. Nada de historia ni de lucha por principios. Toda la acción política respaldada en la imagen mediática, que casi siempre se construye con dinero. ¿Qué más da aliarse con impresentables o con antiguos rivales? Aquí lo que importa es ganar la elección.
Y luego le echan la culpa a la democracia por no resolver los problemas de la gente.
Buscapiés
*Meses de insistir en una visión optimista sobre el desarrollo de la pandemia ahora vuelven difícil sonar la alarma desde el púlpito de las mañaneras. Si el Presidente no usa el cubrebocas y si hasta hace poco decía que “vamos bien”, que “ya se ve la luz al final del túnel”, que “domamos la pandemia” y hasta que ésta “nos cayó como anillo al dedo”, ¿cómo esperar que la gente haga caso del consejo de guardarse de aquí a la Navidad? La estrategia de comunicación acabó enredándose en sí misma.
*Mensajes simultáneos: la Iglesia informó a los fieles que la Basílica estaría cerrada en los días más importantes para la fe guadalupana, mientras que los gobiernos federal y capitalino decretaron que la Ciudad de México estaba en “emergencia sanitaria”, en la que se corre el riesgo de enfermar y morir. El primer mensaje llegó a su destino, las peregrinaciones no ocurrieron. El segundo no se escuchó o, si se escuchó, no fue tomado en cuenta, pues el Centro Histórico se abarrotó de compradores. Unos saben comunicar. Otros creen saber.
*Hoy se clausura el periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión. La Cámara de Diputados deberá decidir qué hace con la minuta que le envió el Senado para reformar y adicionar la Ley de Banxico a fin de que el banco central tenga la obligación de comprar los dólares en efectivo que no puedan ser repatriados o colocados en el mercado nacional. Por lo pronto, el tema está anotado en la agenda de la sesión semipresencial de este martes. Ayer, Santiago Nieto, titular de la UIF, opinó que debe analizarse “en una discusión más amplia y técnica que permita enfrentar el problema (…) sin generar riesgos de lavado de dinero”.