Por Rocío de Jesús
Lisandra González Cepeda, comerciante monclovense relató la manera en que su ex amiga Griselda Tovar también la estafó, junto con otro grupo de amigas a cada una en distintos momentos. Lisandra debió pagar con un carro propio por una deuda de la contadora.
“Yo conocía a Gris desde tiempo atrás cuando se lanzó a la campaña en el 2018, y le dije que la apoyaría en mis tiempos libres, le dábamos muchos ánimos porque estaba toda la oleada de Andrés Manuel y había muchas esperanzas de que ella quedara como Alcaldesa.
Cuando ella pierde, se suponía que quedaría como regidora, pero por la cuestión de equidad de género se la dieron a Antonio Ballesteros, entonces esa tarde llegamos a la casa de campaña mi esposo y yo y ella estaba dentro de su oficina llore, llore, llore y llore, ya estaban otros compañeros ahí y cuando sale se desmaya.
Le pusimos alcohol, todo un show hasta le hablamos a la Cruz Roja, pero cuando la levantan la ponen en un sillón y ella sigue llorando y cuenta que tiene un apuro muy grande porque estaba en los préstamos de compartamos y reconoció que se le juntó todo porque ella esperaba obtener algo político y además contó que un cliente de su despacho, -porque ella es contadora- le había quedado mal.
Tan mal pero tan mal la vi, que se me ocurrió decirle que tengo una amiga prestamista, lo bueno que mi esposo andaba conmigo y él me apoyó por lo mal que vimos a Gris.
Mi amiga la prestamista es vecina de mi mamá y me dice que sí me presta, que solo le lleve un pagaré y la garantía.
Griselda acepta y dice que ahí tiene los papeles de la camioneta de su esposo, así que voy y me da todo en una carpeta, regreso con la prestamista y ella es la que se da cuenta que el pagaré no estaba firmado y que los papales de la camioneta no servían porque era la guía de manejo y una tarjeta de circulación de hace 10 años.
¿Tú que crees que yo hice? Pues firmé el pagaré y le dije, no se apure yo mañana le traigo los papeles de mi carro, yo tenía como 2 meses de haber pagado el carro y entregué mis papeles, siempre confiando que la contadora iba pagar.
Se llegó la primera quincena, eran 25 mil pesos al 20 por ciento mensual, yo le recordaba a Gris y me decía que sí que más tarde lo llevaba y así se pasaron los primeros meses y siempre lo tuve que solucionar pagando de mi bolsa.
Pero llegó un momento en que ya no me llamaban a mi para cobrar, sino que la prestamista como es vecina de mi mamá, iba con ella a cobrarle y mi mamá le pagaba porque decía que le daba pena que le cobrara y porque sabía que yo se los devolvería.
Pues total pasó julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre, en diciembre le digo que ya no le puedo pagar y en enero negociamos, como ella tenía los papeles de mi carro y yo le debía dos meses de interés y los 25 mil de capital, pues le firmé para que se quedara con mi carro, era un Derby 2009, valía como 50 mil pesos aproximadamente”.
Lisandra comenta que la amistad y la confianza traicionada le afecto demasiado, al grado de que en ocasiones no dormía pensando como haría para pagar esa deuda y pensado cómo Griselda podía vivir de esa manera, tan despreocupada.
“Mira, cuando me di cuenta que no le estaba pagando a Mandy que estaba enferma de cáncer, ahí supe que tampoco me pagaría a mí”.
Lisandra comenta que no hay manera de denunciarla ya que la contadora siempre fue astuta para no firmar nada y por lo tanto no hay manera de comprobarle ningún fraude o robo.
Sin embargo, el propósito de denunciarla públicamente es que nadie más más crea sus mentiras y sea despojado de lo que con tanto esfuerzo ha logrado.
“Yo gracias a Dios ya superé eso, se vino el cambio de año y vino para mi negocio mucho trabajo gracias a Dios y entré en otra dinámica, pero vaya que una situación de esas es muy desgastante, no solo pierdes dinero que tu no usaste, pierdes una amistad en la que confiaste tanto, que te duele mucho la desvergüenza con la que ella actúa ,que no le importa todo lo que tuvimos que pasar para pagar su deuda”.
Lisandra comenta que ahora recuerdan con humor, una anécdota que en su momento fue dolorosa.
“Cumplí 50 años y me hicieron una fiesta, muchas de mis amistades me regalaron sobre y al llegar a casa mi esposo y yo dijimos, nos toca pagar la mensualidad, vamos a abrir los sobrecitos para ver cuanto hay, y completamos el dinero y fuimos a pagar al siguiente día, por un lado te quitabas el pendiente de un mes o de una quincena, por otro lado, salías con lágrimas en los ojos”.