Por Óscar de la Borbolla
Adiós, maldito 2020
«El trabajo de oficina, las clases, las compras y hasta el amor puede hacerse desde el
Eres el peor año que ha sufrido el mundo desde que tengo memoria. Ha habido años malos como 1985, pero afectaron tan sólo una zona del país; tú, en cambio, has sido funesto para todos y en todas las latitudes del planeta. Tus destrozos son como los de una guerra mundial y tu sombra de desgracia económica se proyectará larga como la del sol de las 6 de la tarde. Te acabarás, pero no acabará contigo lo que trajiste. Eres como la caja de Pandora y liberaste o, al menos, pusiste de moda la esperanza virtual: esa ilusión de que los encuentros y los contactos reales pueden ser sustituidos por los virtuales; que la vida puede seguir en los monitores, en las pantallas, a distancia. Pues hoy muchos nos hemos familiarizado y habituado con ese remedo de vida. Este será tú más prolongado legado.
Y es que la renuencia de quienes veíamos en Internet el peligro de que se convirtiera en la plaza pública, en el ágora, en el punto de reunión, en la realidad de todos, tuvo que ser depuesta, y hoy, a todos nos parece que la vida puede reducirse a quedarnos encerrados en nuestras respectivas cuevas interactuando con una pantalla. El trabajo de oficina, las clases, las compras y hasta el amor puede hacerse desde el ostracismo. Son muy costosas las instalaciones, muy fatigantes los traslados, muy cómodo vestirse de la cintura para arriba y, además, la riqueza que se produce con esas prácticas puede ser grabada y aprovecharse en lo sucesivo sin nosotros, repetirse cuantas veces se quiera. La tendencia a mantenernos en la cueva, que venía ganando terreno poco a poco, se impuso de golpe y para todos.
El año 2020 ha sido el arranque de una forma de vida que nos capacitó a la mala para perder los vínculos reales de la convivencia; y si ya de por sí veníamos siendo habitantes de las redes sociales y muchos hacían su vida en esos escenarios, hoy, tras esta experiencia, nos hemos mudado en bloque al mundo de la virtualidad, y la vida, la simple y llana vida, es un espacio abandonado. Hoy más que nunca todo es apariencia. Hemos desertado del ser y, cuando todo es mera apariencia, lo único real es la soledad con la que cada quien convive efectivamente.
2021 traerá las vacunas y la posibilidad de recuperar -cómo se decía antes- las calles; sin embargo, las ventajas de ahorro económico que ha mostrado el hecho de que podemos seguir siendo productivos en el encierro es un factor que tendrán muy en cuenta quienes forman esa élite que, pase lo que pase, siempre se beneficia. Esto es lo que yo atisbo de la larga sombra que proyectará el 2020 sobre el resto de nuestras vidas. Con todo, les deseo lo mejor para el año que viene.
Twitter @oscardelaborbol