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Por Rocío de Jesús
“Yo creo que mi terquedad es lo que ha hecho que me vaya bien en la venta de tacos, y ahora disfruto todos los días haciéndolos como si fuera un deporte, no me aburro y no me gusta quedarle mal a la gente”.
Rubén Roque de León alias “El Vaquero”, es vendedor ambulante desde hace 28 años, en los que no siempre le fue tan bien como ahora, en que se hacen largas filas para comprar sus “taquitos de olla”.
A los 21 años de edad se dedicaba a la obra, pero no le gustó y optó por las ventas empezando por vender nieve, después elotes y finalmente probó suerte con los tacos.
“Andaba en un triciclo y mi ruta era en Frontera, colonia Occidental y Sierrita, me iba a la 1 o 2 de la tarde y regresaba a las 9 o 10 de la noche, pero a veces con toda la venta, mucho tiempo me fue mal, pero siento que soy tan terco que me cansé de andar así, decidí establecerme y ahora me va muy bien gracias a Dios”.
El punto donde desde hace 8 años se encuentran los tacos del Vaquero, es en calle Jiménez con calle 2 de abril, en la colonia El Pueblo, contra esquina de la parroquia Santiago Apóstol.
La venta se ha disparado hasta 80 docenas diarias y cuando están flojos los días vende ente 50 y 60 docenas, que le permiten incluso pagar 3 trabajadores para que le ayuden en la elaboración, pues se requieren un tiempo de 4 o 5 horas para la preparación.
“No puedo decir que soy el mejor taquero porque se pueden enojar, pero lo que sí aseguro es que están preparados con toda la mano, su salsita y todos los ingredientes bien condimentados, quizá por eso le gustan mucho a la gente, aunque el secreto ha sido la salsa de chicharrón, cuando la incluí, se me empezaron a vender mucho más”.
Asegura que la venta de tacos le ha dado todo para vivir, pues es quien se encarga de la manutención de su casa, de su madre, además de pagar seguro para ambos, pues al ser su propio patrón, se lo costea el mismo.
“Me ha dado todo para vivir, antes andaba en triciclo y ya tengo mi camionetita, y tengo un puesto también”.
Rubén señala que al inicio de la contingencia cuando la autoridad municipal instruyó el cierre de negocios, empezó a vender desde la casa de una de sus trabajadoras, que vive sobre la calle Jiménez, pero debido a que no toda la clientela sabía dónde se ubicaban, la venta se desplomó hasta llegar a vender una docena diaria o cuatro cuando bien le iba.
“Así duramos un mes hasta que pusimos una lona con el logo para que supieran que era yo, pero tuve que desocupar a dos trabajadores, hasta que nos dieron permiso otra vez, ya volví a contratar”.
“Ahora me siento muy feliz con mi negocio, yo aquí estoy, aunque llueva o haga frío, la gente cree a veces que no me va encontrar por el mal clima, pero si estaba cuando andaba en triciclo, con más razón ahora. Ya lo hago como un deporte, no me aburro, porque, así como un tiempo batallé para vender muchos años, ahora que me va bien, no me gusta quedarle mal a la gente y les agradezco a todos mis clientes que prefieran mis taquitos”.