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Por Pascal Beltrán del Río
Los tuits de Trump
La suspensión definitiva de la cuenta de Twitter del presidente Donald Trump, el viernes pasado, ha generado polémica. Y no sólo en Estados Unidos, sino también en el resto del mundo.
Entre otras razones, porque se trata de la primera vez que esa red social procede así contra un líder mundial y también porque Trump era uno de sus usuarios más seguidos, con 88.7 millones.
Es tan reciente la existencia de las redes sociales que las convenciones en torno a su uso todavía se están generando y afinando.
He escuchado y leído razones a favor y en contra de la decisión que tomaron Twitter y también Facebook (esta última red social decretó primero una suspensión de 24 horas, que luego volvió indefinida). Ambos bloqueos responden a los mensajes que Trump emitió mediante esas plataformas durante la crisis de la semana pasada, que culminó con la toma violenta del Capitolio por parte de sus simpatizantes.
Aunque vivimos en tiempos de polarización, en los que se conduce a las personas a alinearse con determinada postura, yo encuentro verdad en varios de los argumentos que, en uno y otro sentido, se han expresado en torno de este incidente.
Por ejemplo, si bien es cierto que no es la primera vez que Twitter suspende cuentas —ya lo había hecho, entre 2014 y 2016, con aquellas relacionadas con el Estado Islámico—, la decisión que tomó respecto de Trump significa una toma de postura que ahora tendrá que aplicarse a cualquiera que ponga en riesgo la vida de otras personas mediante la divulgación de noticias falsas o llamados a la violencia.
Es decir, quienes manejan las redes sociales tendrán que ser mucho más vigilantes de lo que se publica porque ya no son un simple foro donde cada quien dice lo que quiere. Por decisión propia, se han convertido en corresponsables del contenido.
El líder opositor ruso Alexei Navalny —quien sobrevivió a un envenenamiento atribuido a los servicios de inteligencia de su país— denunció el fin de semana que no se han cancelado las cuentas de Twitter desde las cuales ha sido amenazado de muerte.
Concuerdo con quienes justifican la suspensión porque la libertad nunca es total, tiene límites, y Trump, evidentemente, los rebasó. Y también creo que tienen algo de razón quienes dicen que una red social es el equivalente de un club privado en el que uno tiene que aceptar las reglas.
Sin embargo, encuentro verdad asimismo en quienes dicen que son los hechos más que los dichos los que deben sancionarse —para eso están las leyes y las instituciones— y que los dichos pueden ser contrarrestados y equilibrados con otros dichos.
Tiene razón el vocero de la Presidencia de México, Jesús Ramírez Cuevas, cuando dice que este tema merece revisarse y discutirse públicamente. Lo que no entiendo es que el gobierno mexicano haya salido a defender el derecho de Trump a escribir lo que quiera en sus redes sociales, pero no haya tenido ni una palabra para condenar el asalto al Capitolio, algo que no tiene justificación alguna.