Por Carolina Salomón
A muchos nos agrada que haya mejorado el clima después siete días de haber soportado temperaturas de hasta dos grados centígrados, sin embargo, para las personas sin hogar vuelve la pesadilla de dormir en las calles y pedir limosna para comer.
Narciso Cepeda Arrollo, de 85 años de edad, dijo que de su vida sólo espera la muerte, y es que perdió a su esposa, sus 5 hijos lo han olvidado, no tiene una casa y su ceguera le impide trabajar.
Desde hace 25 años duerme donde lo agarre la noche, ya sea en la banqueta o en una banca de una plaza pública, siempre carga un cobertor para protegerse de las inclemencias del tiempo y un vaso de plástico para que los peatones le arrojen unas monedas.
En la casa de un amigo, de oficio lavacoches se protegió de las temperaturas gélidas registradas en días pasados, pero no se percató que consumía sustancias toxicas y que además alojaba a otros adictos.
El hombre señaló que no regresará a esa vivienda en el municipio de Castaños por temor a que le vayan a hacer un daño, así que los siguientes días dormirá a la intemperie, bajo el techado para boleros de la plaza Alonso de León, de la Zona Centro.
Hay refugios para indigentes donde se le ha proporcionado alimento, cobertores y hasta abrigos, pero le ha sucedido como el dicho “el muerto y el arrimado a los tres días apesta”, y es que apenas ingresa a un albergue y a los pocos días lo corren.
Recordó que una vez estuvo junto a 13 personas en un albergue de la ciudad y después de unos días llegó personal encargado a pedirles que tenían minutos para desalojar el espacio.
Lo bueno del lugar fue que tenía el alimento seguro, no como cuando vaga por las calles que a veces saca para comer y otras veces duerme sin llevarse un pan a la boca.
Hace 30 años don Narciso llegó a Castaños de los Estados Unidos, lamentablemente encontró a su esposa Lilian con otro hombre, le dejó casa por los hijos y él quedo en la calle, luego tuvo problemas de salud que le impidieron seguir trabajado.
Hoy vive de la caridad de la gente, aunque percibe una pensión cada dos meses apenas le alcanza para mal comer.