Sólo 5 minutos después de que agentes de la SSC hicieron su rondín, vendedores informales regresan y colocan la mercancía en las banquetas de Eje Central.
Cuando escuchan las patrullas, los comerciantes dan la señal de alerta y recogen los tendidos con productos. Vuelven apenas se van.
Desde puestos de comida, libros, juguetes, celulares de dudoso origen y establecimientos que aseguran reparar aparatos al instante, la actividad comercial en la arteria no cesa en pleno Semáforo Rojo.
Tampoco han suspendido labores dentro de las plazas. Trabajadores esperan frente a las cortinas cerradas y vocean productos y servicios.
«Pásele, pásele. ¿Qué buscaban? Tenemos reparaciones, micas, cargadores, pilas, fundas. Tú pregunta, somos de aquí, de la plaza, pueden entrar», dice uno y los uniformados que están cerca no intervienen.
Policías capitalinos se encuentran vigilando la zona, aunque muchos hacen caso omiso de la actividad ilícita que presencian.
En un intento por que no haya más negocios quebrados, el Gobierno de la Ciudad arrancará el lunes un programa para permitir que restaurantes puedan recibir comensales, pero debe ser en terrazas o sitios al aire libre.
En Eje Central, en cambio, las personas que resguardan las cortinas no disimulan el hecho de que los pequeños centros comerciales continúan operando «por la libre», pese a ser espacios cerrados y con ventilación deficiente.
«Por aquí tenemos comida oriental, sushi, ramen, comida japonesa. Estamos en el tercer piso de la Frikiplaza», ofrece una mujer.
Los puestos de Eje Central no sólo violan la reglamentación del comercio en el Centro Histórico, sino que también generan aglomeraciones por los compradores que atraen y por los tapones a la circulación peatonal.
De consuelo queda que algunos ya aprendieron que es indispensable protegerse.
«Ya te dije cinco veces en el día que te pongas bien el cubrebocas para vender», le dice un hombre a otro en un puesto de fundas para celular.