Por Pascal Beltrán del Río
La política energética, rasgo de carácter
Atribuida a Esopo y popularizada en tiempos modernos por Orson Wells en su película El señor Arkadin (1955), una fábula cuenta cómo un escorpión pide ayuda a una rana para cruzar el río. Ésta duda en hacer el favor porque sospecha que el escorpión la picará. Para convencerla, el escorpión le dice que jamás haría eso porque entonces ambos perecerían ahogados. Persuadida, la rana accede. Sube al escorpión en su espalda y se lanza al río. A la mitad del trayecto, siente el aguijonazo.
—¿Por qué hiciste eso? –reclama la rana. Ahora ambos moriremos.
—Lo siento –responde el escorpión. No pude evitarlo, es mi carácter.
Así como la acción del escorpión, muchas de las decisiones del gobierno federal en materia económica parecen remar contra toda lógica, pues sus probables consecuencias serían negativas para el desempeño económico del país y, por tanto, para la imagen del propio gobierno y la manera como lo recordará la historia.
Decisiones como la de no continuar con la construcción del aeropuerto de Texcoco estuvieron detrás de la caída de la Inversión Fija Bruta en 2019, el primer año completo de la administración, lapso en que el PIB cayó 0. 3 por ciento.
Pero si en 2019 era importante no perder oportunidades para propiciar la inversión, desde que surgió la pandemia de covid-19 eso se ha vuelto una función crítica de la labor de todo gobierno.
Hace unos días, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo dio a conocer que la Inversión Extranjera Directa a nivel mundial cayó 42% en 2020, al pasar de 1.5 billones a 859 mil millones de dólares, y predijo que seguirá a pique, entre 5% y 10% este año. Eso implica que los países en vías de desarrollo tendrán que hacer un esfuerzo aún mayor para atraer inversiones.
Contra esa premisa, el gobierno federal acaba de dar a conocer una iniciativa de ley –presentada como preferente, lo cual obliga a las Cámaras del Congreso a discutirla de manera perentoria– para revertir varios aspectos de la Reforma Energética de 2013.
De acuerdo con su texto, se daría preferencia a la energía generada por la Comisión Federal de Electricidad, por delante de la que producen los particulares, lo cual implicará, a decir de algunos especialistas, que se encarezca el precio de la electricidad y se afecte al medio ambiente.
Pero, aunque las modificaciones legales que busca el gobierno no tuviesen dichos efectos, sí son, sin ninguna duda, un intento de cambiar las reglas del juego en la economía del país, pues impactarían en inversiones y contratos ya establecidos entre particulares para favorecer a la CFE.
Además, afectarían el entorno de competencia y entrarían en contradicción con lo pactado con Estados Unidos y Canadá en el T-MEC –y con otras naciones en distintos acuerdos comerciales–, con lo que se pondría en entredicho las ventajas de invertir en México, en momentos que, como digo arriba, los recursos para ese fin se están secando a nivel global.
Aunque la iniciativa ha resultado tan inesperada como un intento de robarse el home, el Presidente ya había enviado señales de que buscaría remontar por la vía legislativa los fallos del Poder Judicial que han congelado los decretos con los que el gobierno intentó dar preferencia a la CFE.
El problema es que aun echando mano de su mayoría en las Cámaras para sacar la legislación, ésta, seguramente, será motivo de recursos ante los tribunales, los cuales se tendrían que resolver en el mismo sentido si lo que está en juego es la vigencia de garantías constitucionales.
Aun así, con este aguijonazo el gobierno habrá contribuido a sus propias dificultades, pues sus reiterados intentos de apuntalar a la CFE y a Pemex en perjuicio de los privados serán leídos por quienes deciden las inversiones como que en México no hay suelo parejo.
No tiene mucho sentido cerrarse uno mismo la puerta a las inversiones y provocar un pleito con el poderoso vecino, menos en momentos de tal incertidumbre global.