Por Samuel Cepeda Tovar
Muchos ya lo han olvidado, otros simplemente no sabían: aquél repugnante audio donde el entonces gobernador priista de Puebla, Mario Marín, platicaba con el empresario Kamel Nacif, en donde mencionaban a las botellitas de coñac, refiriéndose a niños a los cuales explotaban sexualmente y cuyas felonías fueron publicadas por la periodista Lydia Cacho en su libro “Los demonios del Edén”, en cuyo contenido se nombraba al “gober precioso”, Marín, como participante de esas fiestas de perversión sexual infantil.
La periodista fue detenida por involucrar al gobernador, fue torturada y amenazada de muerte y al presentar la denuncia con todo y el apoyo de la ONG Artículo 19, su acusación contra los policías que ese día la torturaron no procedió bajo el simplón argumento de que no se acreditaba el cuerpo del delito.
Dos sexenio, Calderón y Peña Nieto, pasaron llenos de impunidad en este caso que indignó a la sociedad, porque además de las terribles felonías cometidas por altos funcionarios y empresarios en detrimento de infantes, quedó de manifiesto cómo la autoridad usa su poder contra quienes se atreven a denunciar felonías o actos ignominiosos, cómo el poder es un asidero personal usado como herramienta de represión para callar a incómodos al sistema y por si fuera poco, el terrible mal de la impunidad en México, aquél mal que según cifras nos dice que de cada 10 delitos 9 quedan impunes, sin castigo, sin sanción, sin consecuencia.
14 años después, el exgobernador, ha sido detenido por la fiscalía general de la república, así mismo, son buscados otros individuos entre los que destacan Hugo Adolfo Karam, exdirector de la policía de Puebla quien fue el autor intelectual, en comparsa con Marín, de la detención y tortura de la periodista por el delito de haber denunciado actos aberrantes en contra del poder político y empresarial. Desde luego que por lo pronto hay que celebrar, y digo por lo pronto porque a pesar de que tenemos renovación gubernamental, el poder judicial sigue sin renovarse y es muy probable que viejos rescoldos de corrupción sigan incólumes para apoyar a viejos amigos, pues desde 2019 el acusado era buscado por la Interpol en casi 200 países, no me sorprendería que haya recibido apoyo para evadir la justicia por casi dos años.
Sin embargo, también es de lamentar que hayan tenido que pasar 14 años para que se detuviera a un viejo miembro de la guardia priista que parecía gozar de impunidad y protección sin sentido alguno, como si la violación de derechos humanos con el agravante de la represión hacia quienes se atreven a decir la verdad fuera una situación menor, como si una periodista con el apoyo de una ONG internacional no hayan podido lograr ningún avance en sus denuncias no fuese una señal de temor para quienes somos ciudadanos promedio.
No es este el único caso en el que el poder político y empresarial actúan en detrimento de ciudadanos, no es la primera vez que se usa el poder político para la represión, pero que esto sea una señal de cambio, un augurio de que el escenario puede cambiar, de que como sociedad debemos cerrar filas contra aquéllos políticos que abusan de su poder, que usan al Estado como arma personal, que atentan contra la garantía más esencial que es la libertad de expresión, que ensucian la política con las más pusilánimes acciones que nos hacen sentir que vamos en retroceso. Hoy la justicia lleva un punto a favor, que nunca más vuelvan a pasar 14 años para que ésta llegue a protegernos.