Por Pablo Hiriart
Viene pleito con EU (y el mundo)
MIAMI, Flo-rida.- Las agendas de los gobiernos de Estados Unidos y México van a chocar en el tema energético. Son incompatibles entre dos socios comerciales que además son vecinos.
Como el título de la película protagonizada por Jack Nicholson y Diane Keaton, alguien tiene que ceder. O pelearse.
En uso de sus facultades soberanas el Congreso de México puede aprobar el proyecto de Ley de la Industria Eléctrica que recibirá con carácter de iniciativa preferente. Sí.
Nada más que el Congreso mexicano, en uso de sus facultades soberanas, también ratificó un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que le sirvió para atraer inversiones en energías limpias, hechas al amparo del artículo 32.11.
En ese artículo (incluido a cambio de retirar el apartado energético del TMEC), se establece que México no puede tratar a los inversionistas estadounidenses de manera menos favorable que a otros de sus socios comerciales.
Y en el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP), México incorporó la normatividad de la reforma energética, que abre a la libre competencia la generación de energía eléctrica.
Con el artículo 32.11 del TMEC Estados Unidos protegió a sus inversionistas en energías limpias en México, entre otras ramas.
De esa forma, a su vez, México atrajo inversión, que además de desarrollar energías baratas no contaminantes y crear empleos, le permitió a la CFE comprar en 20 o 25 dólares el megawatt hora, y venderlo en 100 dólares.
¿Qué va a hacer el gobierno de México cuando tenga que ir a tribunales por violar el TMEC?
Su alternativa es hacer lo que hizo Trump: salirse del TPP y de otros tratados internacionales.
Pero… hay compromisos en materia ambiental dentro del TMEC, que serán vulnerados con la puesta en marcha de esta ley que privilegia la energía contaminante.
Es prioritario en la agenda del nuevo gobierno de Estados Unidos volcarse a las energías limpias para frenar el calentamiento global.
Y el gobierno de México considera prioritario regresar por completo al combustóleo y al carbón.
Desde luego que habrá pleito.
Más aún si recordamos que la hoy vicepresidenta Kamala Harris votó en contra de la ratificación del TMEC en el Senado, por considerarlo demasiado laxo en la protección del medio ambiente.
Además de pelearse con Estados Unidos, el gobierno de México tendrá que hacerlo con el resto del mundo. Salirse –como hizo Trump– del Acuerdo de París, por ejemplo.
México se comprometió, en ese acuerdo, a que en 2024 el 35 por ciento de la energía que se produzca en el país será limpia. Y el proyecto de ley da preferencia al combustóleo, al diésel y al carbón, que son las fuentes contaminantes que se pretenden (y nos comprometimos a) abatir.
En noviembre de este año es la reunión de la COP en Glasgow, Escocia, para dar seguimiento a los avances de las metas que cada país se puso. ¿Qué va a decir el gobierno mexicano, cuando tomó el camino contrario de lo que ofreció?
Tampoco podrá explicar la lógica económica de su decisión, al vender primero la energía cara de producir y contaminante del medio ambiente, y dejar en el último lugar de la fila aquella energía que es barata y amigable a la atmósfera.
El exdirector de CFE, Enrique Ochoa –que ha salido a defender la reforma energética–, explicó en distintos medios que el costo de generar energía con base en combustóleo es de 2 mil 49 pesos el megawatt hora. El costo de hacerlo a través de ciclo combinado es de 966 pesos el megawatt hora, y de 500 pesos hacerlo con solo viento (eólica).
No hay lógica económica en la contrarreforma que se plantea.
Ni tampoco explicación para sostener por qué México opta por generar energía cara para el país y el consumidor, dañina para la salud de sus habitantes, y veneno para el planeta.
Porque tienen mayoría, y punto, podrán alegar. Sí, es verdad. Nada más que:
México vive, fundamentalmente, de las exportaciones de manufacturas, en especial de la industria automotriz, y nuestro principal comprador pretende reducir a cero la importación de vehículos movidos por energías contaminantes, en 14 años.
Los fabricantes también toman esa ruta: General Motors informó la semana pasada que a partir de 2035 venderá únicamente vehículos de cero emisiones.
Bloomberg informó que nuestro otro socio comercial, la Unión Europea, prepara una ley –que se publicará en junio– en que se penalizarán las importaciones de productos procedentes de países con reglamentación ambiental laxa (de hecho, la UE funciona casi en 70 por ciento con energías limpias).
Airbus trabaja en el diseño de un avión propulsado con hidrógeno, y en 2035 (es decir, en 14 años), sus aviones cumplirán con la regla moral de cero emisiones de CO2 a la atmósfera.
Toda la comunidad multilateral de apoyo y financiamiento (BM, BID, FMI, etcétera) tendrá como requisito para financiar proyectos, que cumplan con la norma ESG (ambiente, beneficio social y gobernanza).
El Bank of América acaba de anunciar que sólo apoyará proyectos de infraestructura ESG.
¿Carbón? ¿Combustóleo? Obviamente no.