
Sus últimos momentos en vida los pasó recostado en una cama y día tras día, sus familiares acudían a visitarlo tras saber que faltaba poco para que cerrara los ojos para siempre.
Tras su muerte hace más de 100 años en Parras de la Fuente, fue recostado nuevamente en la cama en donde se llevaron a cabo los funerales para posteriormente ser llevado al camposanto en donde reposarían sus restos.
Los años transcurrieron y no hubo persona alguna que se sintiera agusto en su cama, la cual había sido construida basada a la moda victoriana, las cuales se han convertido en las más codiciadas por los coleccionistas hoy en nuestros días, según dio a conocer Eduardo Luna, coleccionista y propietario de la Casa de Antigüedades Santa María de las Parras, ubicada en la calle Hidalgo en la zona centro de Saltillo.
La cama llegó a su poder y como si una energía lo envolviera, se enamoró de la bellísima antigüedad, que sin duda alguna, tenía que formar parte de su colección.
Con sumo cuidado fue desarmada y trasladada hasta su casa de antigüedades, la cual supera a muchos museos con la gran cantidad de objetos que allí almacena y tras darle mantenimiento, la llevó a una de las habitaciones posteriores en espera de algún cliente que se interesara en adquirirla.
Fue una familia quien la observó con detenimiento, sabiendo que las bases metálicas y su diseño, eran poco usuales en la actualidad, por lo que decidieron comprarla, pues era ideal para colocarla en la habitación de su hija, la cual ya quería independizarse a pesar de ser tan solo una niña.
Las noches transcurrieron y la pequeña era encontrada dormida en el suelo, por lo que sus padres comenzaron a preocuparse y con cariño, le dijeron que se acostara en la cama, pero ella se negaba a pasar una noche arriba de ella.
En un principio pensaron que era un capricho de la niña, quien tal vez quería una cama más moderna pero al interrogarla, su voz comenzó a quebrarse y llena de espanto mencionó que “la cama ya tenía dueño”.
Los padres pidieron una explicación y ella les relató que cada noche, un viejito llegaba hasta su cuarto y se acostaba en la cama, lanzándole una mirada amenazadora mientras le susurraba que esa era su cama, por lo que ella temblorosa, bajaba al suelo y se acurrucaba mientras trataba de dormir.
El relato parecía inverosímil, pero el temor obligó a los padres a regresar la cama, la cual nuevamente llegó a las manos de Eduardo Luna, quien al conocer lo ocurrido, trató de averiguar más en torno a la cama.
Fue a Santiago Segovia, investigador saltillense a quien le mencionó que había logrado conseguir una fotografía Port Mortem, en donde el propietario se encontraba acostado y sus familiares rezaban alrededor de su cama.
La historia era interesante y Santiago Segovia decidió acudir para realizar la correspondiente investigación, en donde comenzó a analizar la cama y la fotografía, logrando comprobar que se trataba de la misma.
Eduardo Luna sabía que tenía algo especial y decidió sacarla de la vista de las demás personas, colocándola la fotografía en la parte superior del respaldo de la cama, la cual se encontraba tendida con sabanas.
El recorrido se prolongó por varios minutos, pues el coleccionista mostraba sus objetos más preciados y contaba su historia, cuando decidieron regresar a la habitación para realizar unas tomas finales, descubriendo que su legítimo propietario se encontraba descansando una vez más en su cama.
Las sabanas se encontraban destendidas y la almohada había sido colocada en otra posición, como su alguien se encontrara dormido y buscara estar lo más cómodo posible.
Sin duda, la cama tiene dueño y no importa quien la tenga en su poder, cada noche, este regresará a ella para descansar y no permitirá que alguien más la ocupe.