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Por JOSÉ BUENDÍA HEGEWISCH

López Obrador y las mujeres

• Las protestas feministas irrumpieron desde el inicio del sexenio y se hicieron visibles en marzo de 2019.

López Obrador es el político que mejor conoce el país. Lo ha recorrido por caminos, calles y plazas donde conecta con la gente. Desde la oposición dio dos o tres vueltas a los 2,476 municipios. Y tan sólo en el primer año de gobierno dio el equivalente a cuatro vueltas al mundo sin salir de sus fronteras. Sin embargo, hay un territorio ignorado, no conocido antes o muy cambiado e irreconocible en su hoja de ruta de campaña permanente: el movimiento de mujeres.

En su bitácora hacia Palacio Nacional nunca advirtió que el movimiento feminista sería la mayor oposición a la concentración de poder en los viejos cánones del cacicazgo masculino y de la política, entendida como complicidades entre hombres. Rompa el “pacto patriarcal”, le reclaman las mujeres directamente por la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero por Morena, sin poder esquivar el bulto de cinco denuncias por abuso sexual contra su amigo, el político guerrerense, y la advertencia de que “si él va, Morena se va”.

¿Por qué? Las protestas feministas irrumpieron desde los albores del sexenio y se hicieron muy visibles en marzo de 2019 en la movilización #UnDíaSinMujeres, contra la violencia machista y el reclamo de justicia en un país donde cada año matan a más de 3,000 mujeres. Ahora, la inconformidad arrecia ya no sólo en el terreno de seguridad y justicia, sino también en el de la política, con la demanda de que “un violador no puede ser gobernador”. En esta tierra ignota del movimiento de mujeres para el Presidente, su respuesta antes y después no ha hecho más que inflamar la indignación y, en este caso, ignorar su reclamo, arrinconarlo en la esquina de la impunidad que critica del pasado. “Hay una campaña de linchamiento a Félix y me están uniendo”, dijo sin poder zafarse en una defensa desahuciada tras acusar “politiquería”.

En efecto, López Obrador no quiere despedir a un viejo compañero de ruta política, a pesar de convertirse en la representación del abuso sexual e impunidad. Su gobierno da la espalda a las mujeres, como antes hicieron los tribunales de Guerrero con las denuncias. El argumento de la popularidad para defender su candidatura o el de la justicia para evitar retirarla son formas de huir de la responsabilidad política. Y eso sólo refuerza la sospecha del pacto político que no se quiere romper, a pesar del testimonio de las víctimas y el elevado costo para la imagen de Morena.

Tomarlo bajo su ala es veneno puro para la credibilidad de la 4T, para el que no alcanza la defensa de una campaña urdida en su contra. El caso Salgado lo ha alcanzado por el silencio atronador de su gobierno y de Morena, pero, sobre todo, porque otra vez desestima el mundo que no conoce. El reclamo de las mujeres es de justicia, pero también es político, pues exige elevar un estándar mínimo que impida que ningún agresor llegue al poder. Ésa es la parte que el Presidente no ha recorrido o querido ver del país, una sociedad que pone en el centro de la conversación pública los derechos humanos y de las víctimas para superar abusos e inequidades. El México donde el poder no se puede ejercer lejos de la mirada de las mujeres, porque saben que facilita abusos y la impunidad del agresor.

El país que no quiere ver es uno en el que la sociedad está menos dispuesta a dudar de las víctimas ante un agresor poderoso. Donde es más difícil simular equidad con paridad electoral. Las expresiones de una sociedad más moderna que no está dispuesta a entregar libertades a cambio de programas sociales, a pesar de que son las mujeres quienes más sufren la pobreza. Un país en el que una cuarta parte de sus mujeres no se siente segura ni en su casa, pero que no está dispuesta a seguir guardando silencio.

Si Morena no quiere perder esta parte del país, tiene que bajar a Salgado. El silencio no es una buena señal, aunque diputados de Morena han expresado su descontento y en los órganos de justicia partidistas se empuja la idea de que su conducta no cumple el estándar mínimo para representarlo. ¿Cómo creer que Morena protege los derechos de las mujeres si se impone a Salgado? El emplazamiento de las mujeres es recordárselo en las urnas.

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