De la Redacción: A principios de mes el prestigiado periodista mexicano daba a conocer estos detalles:
El Presidente entiende las cosas diferente, con un pensamiento fragmentado e inconexo.
Hace un par de semanas, el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, le llevó a Palacio Nacional los casos de Alonso Ancira, quien vendió a Pemex la planta de Agro Nitrogenados, y de Mario Marín, el exgobernador de Puebla, acusado de tortura de la activista Lydia Cacho.
López Obrador le dijo que le bajara la pena a Ancira, pero que lo mantuviera en la cárcel el resto del sexenio, para dar una señal a los empresarios de que no hay intocables.
Sobre el caso de Marín, ni siquiera quiso hablar de ello con Gertz Manero, pero el trato sería totalmente distinto porque, argumentó, si no aplicaban la mano dura contra el exgobernador, la señora Cacho no dejaría de confrontarlo por el resto de su gobierno.
López Obrador le tiene miedo a las críticas de Cacho y que las mujeres le reclamaran su laxitud con Marín, pero esa decisión pragmática no lo fue con Salgado Macedonio, a quien respaldó hasta la ignominia.
¿Por qué no aplicó la misma receta? La única explicación es que Marín no representa nada electoralmente para defenderlo, y es desechable.