Por Yuriria Sierra
Un año y contando
Sin salud no somos nada, la pandemia también nos ha dicho eso
Contamos uno. Hace un año contamos al primero. Y no queríamos contar más. Doce meses después, son 196 mil 606 mexicanos fallecidos por covid-19, 203 mil 247 si agregamos los que el Inegi registró hasta el mes de agosto, fuera de los datos de las autoridades de Salud.
Lo que nos dice que hay un saldo que no conocemos y que abarca los últimos siete meses. Ya es doloroso pensarlo así, será terrible tener precisión de la cifra.
Un año de esa primera muerte por covid-19 en nuestro país y en las oficinas de Lieja no se han cansado de los adjetivos: catastrófico, advirtieron la última vez que osaron tener una estimación, se queda corto. Por eso optaron por culpar a las víctimas.
Hugo López-Gatell ha declarado que la tasa de mortalidad de la pandemia en nuestro país ha sido también a causa de factores como la mala alimentación y las enfermedades que ésta genera. Sin embargo, los números, ésos que ya no se atreven a estimar, están ahí: India tiene al menos diez veces más población que México y menos muertos por coronavirus.La evidencia, los testigos sobre lo que ha ocurrido aquí respecto al manejo de la pandemia están al alcance de todos. El encargado de la emergencia sanitaria en el país regresó apenas el lunes a sus actividades presenciales, pero días antes había reiniciado ya sus actividades personales.
Las fotos de su paseo por la colonia Condesa, aún positivo de covid-19, llegaron incluso a la prensa internacional. Y aunque tardó tres semanas en recuperarse, demostró que, si no al virus, sí es inmune a las consecuencias por su irresponsabilidad.
También están los varios momentos en que el Presidente ha minimizado la dimensión de la enfermedad. Ni su contagio lo sensibilizó al respecto. Hoy lo vemos de nuevo en conferencias y eventos públicos en los que el cubrebocas es el gran ausente. No importa si se trata de un evento en Palacio Nacional o en actividades al aire libre.
Al ritmo en que cientos de mexicanos pedían por una cama de hospital en los momentos más duros de los contagios, cuando nos decían que ahora sí se aplanaría la curva, el mandatario publicaba en redes sus “escapes” para practicar beisbol, y si esto no parece indolente, está ahí su agenda de proyectos de infraestructura a los que le apuesta todo el presupuesto que puede, no importa que el sector salud opere al mínimo.
En México, ni ese número, que nos dice de manera aproximada cuántos mexicanos han muerto por covid-19 en los últimos 12 meses, ha provocado que los servicios sanitarios ocupen un lugar preponderante en las prioridades de este gobierno. Sin salud no somos nada, la pandemia también nos ha dicho eso. Pero aquí optan por el discurso demagogo y el rencor.
Cuánto daño hicieron otros gobiernos. Nadie tiene duda de eso, es por ello que “ya no están”; pero excusar las fallas del presente con lo ocurrido en el pasado nos está dejando sin futuro.
Viene la Semana Santa. El fin de semana pasado, el puente demostró que, para muchos, el semáforo naranja pinta más verde que nunca. Eso tampoco debemos olvidarlo.
Ojalá no haya nuevos picos. Los sectores económicos que se aferran a subsistir debieron encontrar en las autoridades el brazo que les ayude a sostenerse. A la crisis sanitaria se le sumó la económica. Y sí, en todos los países del mundo pasan por lo mismo, pero en algunos encontraron la forma de alinear sus rutas, de dirigirlas de manera que la salida de este episodio se aproxime rápido.
Aquí parece que todo se traza de improviso, es por eso que los mexicanos que ya no están se siguen contando. Nosotros los recordamos, pero ¿quién responderá por este saldo tan devastador?