
Muchos mitos se han contado sobre el hundimiento de uno de los barcos más lujosos de principios del siglo pasado, convirtiendo al Titanic en una leyenda que se niega a morir a pesar de tener más de 100 años bajo el mar.
Una de estas historias, gira en torno de un prominente mexicano, quien pereció la madrugada del 15 de abril en el hundimiento del trasatlántico.
Manuel Uruchurtu Ramírez, originario de Sonora, tras la salida del presidente Porfirio Díaz se convirtió en diputado federal, aunque permaneció gran parte en Francia, en donde continuó con sus negocios, tomando la decisión de regresar a su país para visitar a sus familiares.
En abril de 1912, consiguió un boleto de abordaje para el trasatlántico Paris, el cual tenía el puerto de Veracruz como destino, pero una de sus amistades le realizó una oferta que no podía rechazar, viajar en el afamado Titanic con un boleto de primea clase.
Deslumbrado por los lujos del barco, este comenzó a rozar con las altas esferas europeas, sin imaginar que su destino estaba marcado y la muerte lo esperaba la madrugada del 15 de abril de 1912.
Tras el fatal accidente conocido históricamente, los pasajeros de primera clase tenían la preferencia para abordar los botes salvavidas, siendo Manuel Urichurtu uno de los privilegiados quien se encontraba ya instalado para descender del bote.
El corazón del mexicano fue conmovido ante los engaños de una mujer, pues frente a él se encontraba Elizabeth Ramell-Nye, joven inglesa quien era pasajera de segunda clase la cual con lágrimas en los ojos, suplicaba que la dejaran abordar pues en New York lo esperaba su esposo y sus dos hijos menores.
Pensando que sería fácil abordar otro bote salvavidas dada su acomodada situación, Uruchurtu Ramírez cedió su lugar a la mujer, quien sin dudarlo dos veces abordó el bote, no sin antes escuchar las palabras de su salvador, las cuales habían resonado como un presagio.
“Si no llego a sobrevivir, cuenta a tus hijos quién fue el que te salvó y por favor, ve a México y busca a mi familia y también cuéntales lo ocurrido esta noche”, dando santo y seña del lugar en donde se encontraban sus familiares, para después observar cómo el bote bajaba hasta las aguas congeladas del Atlántico Norte.
Lamentablemente Manuel Uruchurtu no pudo salvar su vida y su cuerpo se perdió entre los cientos de víctimas que perecieron en aquel fatídico accidente, generando remordimiento en Elizabeth Ramell-Nye, quien había salvado su vida gracias a una mentira.
Elizabeth Ramell-Nye no tenía hijos y mucho menos esposo, la cual vivió por muchos años con la pesadez de haber engañado a un mexicano para poder salvarse, por lo que tomó la decisión de cumplir la promesa que había hecho a su salvador.
Ella se presentó ante la familia de Manuel Uruchurtu a quienes les contó con lujo de detalles la tragedia ocurrida años atrás, además de ensalzar la bondad de su héroe, quien al tener un noble corazón decidió sacrificarse por la dama.
El momento se tornó tenso después de que ella confesara que había mentido para engañarlo y de esa manera, abandonar el trasatlántico que con rapidez se iba hundiendo. Era necesario sacar de su pecho todas las mentiras que había dicho, pues sabía que tarde o temprano, se encontraría con Uruchurtu Ramírez en el más allá y no estaba dispuesta a cargar con esa culpa.
Tras su muerte, el gobierno mexicano por medio del entonces secretario de Relaciones Exteriores, Pedro Lascurain, solicitó información sobre la muerte del ya famoso mexicano, tratando de recuperar su cuerpo, pero embajadores tanto de Estados Unidos, de Inglaterra y Francia, señalaron que sí había registro de su abordaje en el Titanic, pero no figuraba entre los sobrevivientes, adema de que su cadáver no fue encontrado.
El noble mexicano quien al ser engañado por una mujer, se convirtió en noticia nacional en su época, pero al paso del tiempo, su acto de bondad ha sido olvidado conforme pasan los años.