En las películas de Wong Kar-wai se desbordan hermosos perdedores, personajes con «eterna sed de amar», desgraciados que conocen a la otra persona en el momento inexacto de sus vidas.
Pero el director de In the Mood for Love (conocida como Deseando Amar), quien desde Oriente ha puesto al mundo a suspirar, no sólo está también enamorado, sino que es correspondido.
En el marco de la llegada a México de su retrospectiva «Amor. El Cine de Wong Kar-wai», el realizador chino, siempre reservado y de difícil acceso, habla sobre Chan Ye-Cheng, su esposa.
Llamada cariñosamente «Esther», es su otra mitad desde que ambos eran adolescentes y soñaban con hacer cine mientras vendían ropa en una tienda.
Es, también, la productora ejecutiva de la mayoría de su aclamada filmografía.
«No todos mis personajes femeninos están basados en ella, pero en ellos puedo ver destellos suyos. Rara vez viene a mis sets, pero siempre ha estado allí, conmigo», dice tímidamente, vía email, sobre su musa.
Todo un acontecimiento para el cine de autor, la retrospectiva de Wong consiste en siete de sus títulos remasterizados en 4K, un festín de encuentros fortuitos y deseos no consumados.
La plataforma Mubi la presenta de manera digital; la Cineteca Nacional y el Cine Tonalá, en la CDMX, y la Cineteca FICG, en Guadalajara.
Nacido en Shanghai hace 62 años, pero emigrado de niño a Hong Kong, el realizador es adorado por su propuesta visual poética, inmersiva y sensorial, que transpira elegancia.
Sus laberínticas estructuras narrativas, poco ortodoxas, se inspiran en la literatura del argentino Manuel Puig.
El realizador lo marida con música de todo tipo, desde éxitos pop cantoneses, pasando por jazz, hasta canciones latinas y composiciones mexicanas, como «Cucurrucucú Paloma» y «Perfidia».
Su universo narrativo está compuesto por terribles solitarios que fallan en la sincronía del amor: unos beben vinos mágicos intentando olvidar (Ashes of Time), otros susurran en agujeros en piedras sus secretos (In the Mood for Love).
«Mis personajes siempre encuentran la manera de lidiar con vivir en sus propios mundos, aun cuando ellos están solos», explica Wong.
«De hecho, ellos tratan de escapar del dilema de tener la oportunidad de ser felices y no poder conseguirlo».
Con la retrospectiva, organizada a propósito del 20 aniversario de In the Mood for Love, el realizador «traicionó» esa idea suya de que el pasado es algo que se puede ver, pero no tocar.
Al restaurar sus títulos, cambió formatos, la mezcla de sonido, colores, algunas voces en off y hasta créditos.
«Me vi atrapado en el dilema entre restaurar las películas de la forma en que la audiencia las recordaba y como las había imaginado yo originalmente. Había tanto que podía cambiar. Decidí tomar el segundo camino».
Aunque sus filmes lideran aquí y allá listas sobre lo mejor del cine de este siglo, y directores de todas latitudes lo consideran su referencia, Wong no se siente ni un mito viviente.
Cuando se le pregunta cuál cree que ha sido el sello que su cine ha dejado, rehúye a hablar de legado y acude a las artes marciales, una de sus pasiones.
«En The Grandmaster (su película de 2014), definimos las tres etapas de la vida del maestro Ip Man (quien enseñó a Bruce Lee): convertirte en ti mismo, entender los retos de los otros y compartir quién eres con el mundo. Como cineasta, uno de los mayores privilegios que tenemos es la oportunidad de compartir nuestro trabajo».
Wong tampoco sobreintelectualiza su arte: la llave para desentrañar sus secretos, afirma, no es sólo suya.
«Prefiero dejar que la audiencia decida».
Su estilo a la TV
Famoso por sus larguísimos rodajes, que acomete con apenas bosquejos de guiones, Wong Kar-wai tiene ahora un reto mayúsculo: decidió saltar a la televisión.
Inspirada en una novela de Jin Yu Cheng, uno de sus héroes literarios, la serie Blossoms Shanghai está actualmente en producción.
«Es un homenaje a Shanghai, mi lugar de nacimiento, y explora el crecimiento económico masivo que se dio en los 90. Afortunadamente, los guiones esta vez fueron escritos por Qin Wen, un sorprendente guionista de Shanghai», aclara.