El desconocimiento de una doctora del síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico provocado por el Covid-19 puso en riesgo de muerte a Elizabeth, de 8 años.
En diciembre una cadena de contagios empezó en la familia que vive en la Colonia Álamos, en la Alcaldía Benito Juárez.
Primero fue Patricia, su mamá. Después, Manuel, su papá, y Alejandro, su hermano de 11 años.
El 15 de diciembre la pequeña resultó infectada. Los síntomas los padeció por dos días, con fiebre, escurrimiento nasal y tos. Una doctora le recetó un antibiótico y paracetamol.
El cuadro de infección pasó y la pequeña retomó su vida normal. Pero, un mes después, Lizy presentó dolor de garganta, ganglios inflamados y fiebre persistente.
La familia recurrió a una pediatra que ya conocían para que la revisara. La médico le volvió a recetar antibiótico al considerar que tenía un cuadro de faringoamigdalitis.
Pero pasaron los días y la niña empeoró. La fiebre se prolongó. Tuvo dolor de cuerpo, de articulaciones y diarrea. Dejó de comer y de jugar.
La familia volvió a recurrir a la misma pediatra y le advirtieron que, lejos de mejorar, la niña empeoraba. Incluso, Patricia sugirió la posibilidad de un síndrome post Covid-19, pero la doctora señaló que sólo se necesitaba de tiempo para que comenzara a mejorar.
Al no encontrar una solución, buscaron una nueva opinión médica y consiguieron el contacto de la doctora Arianna Huerta, especialista en infectología pediátrica.
Después de una primera valoración por videollamada, la pediatra constató la condición de la menor y observó un salpullido en la espalda, por lo que pidió que la llevaran a un hospital, pues temía un posible síndrome pediátrico asociado al nuevo coronavirus.
La niña ingresó a un hospital privado. Empezó a perder el conocimiento, tenía la frecuencia cardiaca elevada… y tuvieron que intubarla.
Se le administraron vasopresores y aminas para sostener su presión, porque su corazón estaba a punto de colapsar. Posteriormente la operaron de la vesícula biliar por la inflamación que presentaba ese órgano.
Lizy duró 15 días en terapia intensiva. Los resultados clínicos arrojaron que se trataba de un síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico.
Ahora, la menor se encuentra recuperada en casa y toma clases a distancia de tercer año de primaria.
Lizy no ha presentado secuelas, pero la doctora Huerta explicó que si la atención no es oportuna, en otros niños ese síndrome puede provocar insuficiencia cardiaca, que el corazón se agrande, daños renales o la muerte.
Advirtió que el síndrome es poco conocido entre los doctores, además de que a algunos médicos les falta astucia para detectarlo, y lamentó que no exista un registro nacional de esta enfermedad post Covid-19.