Por Carlos Ornelas
No por ser un lugar común deja de ser real. La pandemia desgració lo que funcionaba mal en el sistema educativo, empeoró lo que más o menos marchaba y degradó las cosas que iban bien.
Aun antes de que comenzara el encierro y naciera el programa Aprende en Casa, el Programa Nacional de Inglés (Proni) de la Secretaría de Educación Pública descendía en las preferencias del funcionariado, a pesar de que en el Programa Sectorial de Educación se le coloca como una de las prioridades.
Si bien el Proni no es una maravilla, tiene en su base dos puntos fuertes. Uno, la propuesta pedagógica; pretende que los alumnos aprendan la lengua extranjera con interacciones significativas, no mediante la repetición y la memoria. Fórmula que en las aulas el maestro provoque situaciones de comunicación habituales a través de relatos y escritos breves en contextos conocidos.
La otra, la contratación masiva de profesores de inglés o de personas cuya lengua nativa fuera ese idioma tras cierta capacitación. Eso comenzó en 2017, con la puesta en marcha del nuevo modelo educativo. Uno de los asuntos que se suponía iba a continuar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La demanda de las clases medias es persistente.
Pero la expectativa se vino abajo. Lo que sobrevive se debe a maestros comprometidos que efectúan sus tareas a pesar de la pandemia, se adaptan a condiciones externas, aunque no de la misma manera, depende del tipo de escuela y sus capacidades docentes, amén del ambiente escolar y el capital cultural del estudiantado.
Diego Amado de León realizó una investigación con estudios de caso en dos escuelas. Antes de entrar a la parte empírica, Diego introduce sus conceptos básicos, refiere la historia —escabrosa— de la enseñanza del inglés en México, las aspiraciones, los escasos logros y los quiebres
En su tesis de maestría en Desarrollo y Planeación de la Educación de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, Diego explica las tendencias pedagógicas y la importancia de la interacción comunicativa. No la ve como una apuesta más del gobierno, sino como una estrategia que, de acuerdo con la literatura (abundante) que revisó, el enfoque interactivo es el más apropiado para que los niños aprendan a comunicarse en otra lengua.
Diego no es un improvisado, escogió el tema de estudio porque es parte de su existencia vital. Fue maestro de inglés en una escuela primaria por seis años y ejerció la docencia por 18 meses en China. También se adiestró en el arte de la observación y comparó el trabajo de dos docentes en clases de quinto año. Pandemia obliga, el maestro de la escuela privada y la maestra de la pública trabajaron en línea.
Su tesis contiene reflexiones de valor. Destaco que, en lugar de interacción y mayor participación del alumnado, el papel del docente sigue siendo el central, predomina el uso de la memoria y ejercicios reiterativos. En consecuencia, el aprendizaje no es significativo ni suficiente. Además, arguye que la enseñanza del inglés desde el primer año es contraproducente.
La otra contradicción tiene que ver con el profesorado. Y digo contradicción porque en este gobierno se hace una mística de la labor docente, es la pieza principal en la oratoria del alto funcionariado de la SEP. Sin embargo, discrimina a los maestros de inglés.
En enero de 2019, el exsecretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, manifestó en la Cámara de Diputados que no era necesario que los maestros supieran inglés para enseñar el idioma, que una plataforma digital haría el trabajo. Despreció las capacidades de los profesionales.
Además, como lo reportó Paola Wong en Milenio (22/02/21), más de 8 mil docentes del Proni subsisten en condiciones precarias, sin prestaciones ni contrato permanente, en una especie de outsourcing. El SNTE no los protege ni lucha por su basificación.
Como le dijo Catarella al inspector Montalbano, en un cuento de Andrea Camilleri, “Dottori: avanzamos para detrás”. Y rápido, agrego.