
Por Pascal Beltrán del Río
La Iglesia llena el vacío
En enero de 2014, el obispo y experimentado diplomático pontificio Franco Coppola fue designado nuncio en la República Centroafricana por el papa Francisco.
No era una tarea sencilla. El país estaba en guerra desde hacía más de un año, luego de que la milicia musulmana Séléka lanzó una ofensiva contra el gobierno y tomó Bangui, la capital del país.
En respuesta a las acciones de ese grupo, se formó en 2013 una milicia cristiana, conocida como Anti-balaka, lo cual dio al conflicto armado un elemento de animosidad religiosa.
En medio de los balazos, literalmente, Coppola organizó la visita apostólica del papa Francisco, la primera que realizó el pontífice a ese continente y que incluyó a Kenia y Uganda.
Cuando conoció la casa donde habitaba su nuncio –que había sido atacada varias veces por integrantes de Séléka–, el Papa quedó impresionado. Y cuando decidió relevar a Christophe Pierre como nuncio en México, en 2016, pensó de inmediato en Coppola.
Originario de la región de Apulia –donde operan la Sacra Corona Unita y la Società Foggiana, dos de las cinco mafias que existen en Italia–, Coppola es un hombre que ha vivido de cerca situaciones de violencia. Antes de ser nuncio en la República Centroafricana (concurrente en Chad), tuvo posiciones de representación en Colombia, Líbano y Burundi. Mañana viernes dará un paso más en esa historia cuando oficie una misa por la paz y la seguridad en Aguililla, Michoacán.
No será la primera vez que la Iglesia se decida a llenar un vacío que dejan las autoridades mexicanas en regiones asoladas por la inseguridad.
Ya el sexenio pasado, el obispo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, se metió en la región más violenta de Guerrero y logró establecer un diálogo entre los grupos delictivos que se disputaban el territorio. Y si bien la reducción de los homicidios en el estado tiene causas diversas, no se puede regatear el papel que jugó el prelado.
Hace unos días, Coppola participó en la 110 asamblea ordinaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano, en la que urgió a los obispos a ser más proactivos. Les recordó que el papa Francisco, en su visita de febrero de 2016, les dejó una serie de tareas, “y no ha pasado nada”.
El martes, la diócesis de Apatzingán, que preside Cristóbal Ascencio García y de la que forma parte Aguililla, dio a conocer la visita de Coppola. “El recorrido se hará por tierra, para ir bendiciendo a todas las personas y comunidades”, dice el comunicado.
Se trata de un municipio que se han disputado desde hace meses el Cártel Jalisco Nueva Generación y la organización delictiva rival, Cárteles Unidos. En medio de esa guerra –de la que le he contado aquí–, el camino que une a Aguililla con Apatzingán ha sido trozado en múltiples ocasiones para evitar la circulación, lo cual ha dejado a los habitantes del lugar virtualmente aislados.
El lunes, las fuerzas de seguridad estatales y federales realizaron un operativo para “liberar” la cabecera municipal, pero pocas horas después los delincuentes volvieron a la ofensiva, atacando a los policías con drones que llevaban explosivos y realizando nuevos cortes en los caminos.
“Nos ha dejado solos”, me dijo ayer en Imagen Radio el sacerdote Gilberto Vergara, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, quien afirmó que la visita de monseñor Coppola servirá para dar ánimos a la comunidad.
“Esta semana, con la presencia de soldados y policías, sentíamos que recuperábamos la paz, pero, apenas se fueron, las cosas se tensaron de nuevo”, lamentó Vergara. La intermitencia de la comunicación terrestre con Apatzingán ha causado escasez de productos básicos en Aguililla y alza de precios.
Desde hace años, los sacerdotes han sido el principal respaldo de pobladores de las regiones de Tierra Caliente y Sierra de Michoacán, hostigados por delincuentes y atrapados en el fuego cruzado. La inédita visita del nuncio a Aguililla no sólo dará continuidad a ese apoyo moral, sino subrayará la ausencia de las autoridades mexicanas, que han abandonado a su suerte a centenares de miles de michoacanos.
El hecho de que sea el representante papal quien haga el viaje es evidencia de la preocupación que genera México en la Santa Sede. No se puede entender esa misión sin una instrucción de Francisco.