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Restaurar las alas de una leyenda

Restaurar las alas de una leyenda

CIUDAD DE MÉXICO.-Había pasado ya más de medio siglo de que el Mercedes-Benz 300 SL coupé fuera adquirido por el actor Pedro Infante, cuando llegó al taller de restauración de Fernando Gómez Urquiza.

Era 2012, y el auto que se le encomendaba al veterano restaurador se trataba de uno de los mil 400 que se produjeron a mediados de los años 50 y de los escasos que habían sido importados a México. La encomienda que recibió era dejarlo en condiciones de ganar concursos de autos clásicos.

«El carro no traía ninguna alteración anormal, estaba en condiciones regulares, pero la intención era dejarlo como ganador de concurso», explica Gómez Urquiza en entrevista telefónica.

Este 300 SL salió de la planta de Sindelfingen, Alemania, el 25 de mayo de 1956. La carrocería era color blanco y los interiores rojos. Un mes más tarde, el auto era embarcado para atravesar el Océano Atlántico y, ese mismo año, Pedro Infante sería retratado a bordo del deportivo alemán, mientras tomaba un receso en el rodaje de la película «Escuela de Rateros».

El gusto del actor mexicano por los autos y los motores no fue nunca un secreto. Su colección incluía un Lincoln Continental Cabriolet de 1946, un Buick Super, así como motocicletas Harley Davidson y hasta aviones.

Pero, quizá, ningún otro de sus vehículos llegó a ser tan sofisticado como el 300 SL. El deportivo había sido desarrollado originalmente por Mercedes exclusivamente para las competencias, pero uno de los importadores de la compañía en Estados Unidos, consciente de su potencial, solicitó que se fabricara una variante para calle.

Su particular silueta, en la que se incrustaban las características puertas de apertura horizontal (de ahí la denominación «Alas de Gaviota») terminarían por convertirlo en uno de los autos más deseados, no sólo de aquella época, sino de toda la historia. Su motor era un 6 cilindros en línea que entregaba 211 caballos y le permitía alcanzar los 250 kilómetros por hora.

Todavía en 1999, el 300 SL era elegido por un grupo de especialistas como el auto deportivo del siglo. Definitivamente, éste tenía que ser el ejemplar más especial de la colección del actor mexicano.

Para cuando el vehículo se entregó a Gómez Urquiza, el 300 SL ya había cambiado de dueño en al menos tres ocasiones y había sido mantenido de forma relativamente cuidadosa.

Sin embargo, su propietario actual buscaba una restauración total además de un cambio en el color de la pintura y de los interiores, una tarea para la que se requiere una mezcla de profundo conocimiento, amplia experiencia y una estrecha cercanía con otros expertos con el objetivo de hacer que el vehículo luzca como recién salido de la fábrica.

Para Gómez Urquiza, éste es uno de los seis 300 SL con los que ha trabajado a lo largo de su vida y el nivel de atención al detalle que da a cada uno de sus trabajos es reconocido entre los coleccionistas y amantes de autos clásicos.

«Para ganar un concurso, necesitas poner atención a todo, a las vestiduras, a las molduras, a la perfección del planchado de la lámina del coche, todos los acabados del motor, los cromos, todo tienes que cuidarlo muchísimo; si no, no ganas», cuenta el restaurador.

A lo largo de año y medio, el Mercedes-Benz que había pertenecido a Pedro Infante fue desarmado por completo para trabajar en cada uno de sus componentes. Se mandaron piezas a Estados Unidos para que fueran calibradas, se fabricaron algunos componentes con las especificaciones originales, se trabajó la lámina de la carrocería para dejarla como nueva. Luego, se volvió a ensamblar por completo.

El 300 SL «Alas de Gaviota» 1956 llegó a la exhibición más importante de coches clásicos y antiguos en México, el Gran Concurso Internacional de Elegancia de Huixquilucan, en abril de 2013. Su exterior era color gris antracita metálico y su habitáculo estaba terminado en un tono crema. Contaba con la particularidad de tener los manuales originales en español, el kit de herramienta con el que había sido entregado a su primer dueño, además de que se le había colocado un juego de maletas que originalmente se vendían para el vehículo.

Precisamente el metódico y cuidadoso trabajo en el motor, la pintura y los interiores llamaron la atención de los jueces. El vehículo se hizo con las calificaciones más altas y, por lo tanto, con el premio más importante, el Best of Show. La restauración había cumplido con el objetivo.

Alrededor de ese Mercedes-Benz 300 SL, la historia de su primer dueño resurgió. Ese «Alas de Gaviota» comenzó a ser reconocido por los amantes de los autos como el deportivo que había estado en la colección de Pedro Infante.

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