Por Rocío de Jesús
Entre desgarradoras lágrimas, don Juan Carlos Gómez Ceja, de 58 años de edad, suplica a las autoridades del INE que liberen su credencial de elector, ya que sin ella no puede recibir su pensión ni su medicina. Tiene un mes durmiendo en la calle y comiendo desechos de la basura.
Originario de Zamora, Michoacán, ha estado por casi un año viviendo en Monclova, donde un ex patrón le daba hospedaje, sin embargo se ausentó una temporada y al regresar su benefactor ya había fallecido.
“Regresé con la esperanza de que uno de mis hermanos se hiciera cargo de mí, que me dieran permiso de dormirme en su patio aunque sea pero no quisieron, yo no les pedía nada, al contrario, les iba ayudar con el dinero de mi pensión”.
Hace un mes tramitó su credencial INE y le dijeron que en diez días se la entregarían, pero ya pasó casi el mes y no se la entregan.
“Mi pensión ya está depositada desde el día primero, los medicamentos me los dan también, pero ninguna de las dos cosas la puedo tener sin la credencial de elector, me urge mi credencial de elector”.
“Nomas me tienen a vuelta y vuelta porque no tengo a nadie a quien me ayude, y nomas me traen con que venga mañana y venga mañana y ahí voy y estoy como menso en el solazo y para que salgan y me digan todavía no llega, ¿cómo puede ser justo eso? es una violación a mis derechos, si yo no tengo ni para comer, tengo que sacar de la basura pues ¿qué más hago? me da hambre y busco en la basura y la verdad sabe feo pero ¿qué más hago?” sollozaba.
Encima de la precariedad en la que vive, don Juan se traslada en silla de ruedas debido a una mala cirugía practicada en la columna hace 17 años.
“Me cayeron 4 bultos de cemento en la espalda, en la compañía donde trabajaba construyendo edificios en Plaza México en León, después de la cirugía no tengo fuerza en las piernas y ni lo intento porque me pega bien feo el dolor”.
Es por eso que debe tomar diversos medicamentos.
Don Juan indicó que al dormir en la calle no solo ha sufrido la incomodidad, sino también el peligro, ya que la noche anterior, al dormir al exterior de un banco, pasó un vándalo y lo pateó.
“¿Yo que les hago?, ¡nada, yo estaba dormido, pero pasó y me pateó!” comentaba mientras las lágrimas recorrían su rostro.