Por Jesús Medina González
GRITOS DE TERROR…
Oyeron los balazos a lo lejos y mi padrastro le dijo: ‘mijo, hay que resguardarse’, así que pidió permiso en una casa para meterse, pero mi hermano y sus compañeros apenas se iban a meter cuando llegaron las camionetas, se pararon enfrente y les empezaron a disparar».
El testimonio de OLGA RUIZ, una de las sobrevivientes de la matanza perpetrada en Reynosa, Tamaulipas, el pasado 19 de junio, es equivalente al de muchos de los pobladores de Allende, Coahuila, ante un suceso paralelo ocurrido un 18 de marzo de 2011, hace casi justo una década.
El eco de la doble carnicería no puede resultar más estremecedor, y marca el absoluto fracaso de las políticas de seguridad emprendidas en nuestro país desde que FELIPE CALDERÓN lanzó los primeros operativos conjuntos contra el narco en 2006.
Durante este lapso se han sucedido tres Gobiernos, de tres partidos e ideologías opuestas, y es como si el tiempo se hubiera detenido o como si no hubiéramos aprendido nada en el camino: el horror sin tregua no deja de circundarnos.
AMBAS MASACRES…
En ambos casos nos enfrentamos no a la narrativa reiterada hasta la saciedad por las fuentes oficiales para paliar su ineficacia -el enfrentamiento entre delincuentes con víctimas colaterales-, sino ante actos de represalia contra distintas comunidades imbricadas por completo en la economía del tráfico de drogas.
En Allende, 10 años atrás, al saberse traicionados por uno de sus operadores, los hermanos Treviño Morales (el Z-40 y el Z-42) deciden darles una lección inolvidable a los habitantes de la pequeña ciudad norteña, con un saldo de víctimas que oscila -con los eufemismos habituales- entre 42 y 300 desaparecidos.
En Reynosa, entretanto, aún desconocemos el móvil del ataque contra la población civil que provocó la muerte de al menos 19 personas, entre ellas un taxista, un estudiante de enfermería y varios albañiles.
ESCENARIO BRUTALES…
Las escenas son brutalmente equivalentes: una fila de camionetas infestadas de sicarios atraviesa abruptamente las calles de estas localidades que parecieran intercambiables y sus ocupantes disparan a mansalva contra cualquiera que se les atraviese en el camino.
La muerte al azar: un estallido frente al cual no cabe protección alguna, como si una maldición milenaria se abatiera de pronto sobre ambas poblaciones.
De allí que el inminente estreno de «Somos», la serie televisiva escrita por JAMES SCHAMYS, MONIKA REVILLA y la novelista FERNANDA MELCHOR, resulte tan oportuno y sobrecogedor: aunque ellos se centran en el caso de Allende, su reflexión llega directo hasta hoy.
NO ES CASUALIDAD…
Su estructura, no por casualidad, invoca a la de una clásica película de terror o de catástrofes: todos sabemos que en el último capítulo sobrevendrá una calamidad inevitable, que arrasará con todos los protagonistas, de modo que el interés de sus creadores -y, por ende, el nuestro- radica en contemplar las efímeras existencias, a lo largo de los días previos, de quienes terminarán inmiscuidos en el desastre.
Seguimos, así, a distintos habitantes de la ciudad, tanto a quienes se convertirán en víctimas como en verdugos, o en mudos testigos de la violencia, a través de eficaces viñetas que nos permiten descubrir no solo el tejido de vidas, amores y odios propios de una pequeña comunidad, sino la omnipresencia del crimen y la complicidad, la corrupción y la negligencia de las autoridades y la policía.
Sombras del formidable entramado de «Temporada de Huracanes» -más que las fórmulas repetidas de «Páradais»-, de Melchor, se filtran por aquí y por allá, articulando un apasionante retrato coral, desprovisto de prejuicios y lugares comunes, de una sociedad que es, en su abrumadora concisión, todo México.
La construcción de un puñado de personajes memorables -la jugadora de futbol americano, la anciana vendedora de hotdogs, la asistente de la veterinaria y su tonto-del-pueblo- hace que «Somos» adquiera un carácter épico que nos impide olvidar que esos cementerios, llamado ayer Allende o ahora Reynosa, constituyen la desgarradora cotidianeidad de nuestra patria.
Hasta Mañana.