Por Pascal Beltrán del Río
¿Y sí será “quien el pueblo decida”?
Con un par de encuestas, de resultados poco claros, se resolvió que Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal no fueran candidatos. El primero, a la Presidencia de la República en 2012; el segundo, a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2018.
Ambos políticos —que aspiran a la candidatura presidencial en 2024— saben a qué atenerse cuando el lopezobradorismo recurre a la demoscopía: aunque ganen, al final les pueden escamotear el triunfo. Probablemente fueron las desastrosas experiencias con las elecciones internas en el Partido de la Revolución Democrática —como las que se organizaron en 1999 y 2005 para renovar la dirigencia nacional— las que convencieron a Andrés Manuel López Obrador de abjurar de estos ejercicios y sustituirlos con encuestas. Desde que ocupó la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal (2000-2005), el tabasqueño ya había recurrido a los sondeos para conocer la opinión de los capitalinos sobre su gobierno.
Luego de perder las elecciones presidenciales de 2006, López Obrador comenzó a sentir la competencia de Ebrard, entonces jefe de Gobierno. En mayo de 2008, en gira por Michoacán, planteó por primera vez la posibilidad de que la candidatura del PRD en 2012 se definiera por encuesta. Y aseguró que si, para los tiempos de la definición de la candidatura, Ebrard lo aventajaba en popularidad, él le cedería la postulación. Tres años después, en marzo de 2011, Ebrard dio una entrevista a CNN en la que se dijo convencido de ganarle a López Obrador en un sondeo abierto.
“Si tú sacaras ahorita una encuesta, y nos medimos en población abierta como posibles candidatos, tengo mayor porcentaje que Andrés Manuel”, aseguró.
Por esos días, López Obrador tuvo una cena con empresarios, en la que habló de su intención de contender por segunda vez. “Yo no quiero ser el siguiente Cuauhtémoc Cárdenas, eterno candidato a la Presidencia”, les dijo. “Seré candidato en 2012 y si no gano me voy a La Chingada”. La frase causó estupor entre los asistentes. Se hizo el silencio, pero éste fue reemplazado por una carcajada general cuando el invitado aclaró que se refería a una finca en Palenque, Chiapas.
La encuesta para definir quién de los dos —López Obrador o Ebrard— sería el candidato se efectuó en noviembre de 2011. Realizado sobre la base de cinco preguntas, el sondeo arrojó una ventaja para cada uno de ellos en dos preguntas. La quinta interrogante no arrojaba un ganador claro.
El 16 de noviembre de ese año, la fundación Equidad y Progreso, plataforma que impulsaba la candidatura ebrardista, había convocado a una conferencia de prensa para dar a conocer los resultados completos de la encuesta levantada por las empresas Covarrubias y Nodo. Aquello se canceló. Lo que hubo, en cambio, fue una aparición conjunta de los dos aspirantes, en un hotel de la Alameda Central, a la que ambos llegaron vestidos con traje oscuro y corbata amarilla y en la que Ebrard anunció que —pese a haber él ganado la encuesta en tres de las cinco preguntas realizadas— el candidato sería López Obrador. “Una izquierda dividida sólo iría al precipicio”, justificó.
La misma opacidad se vivió con motivo de la encuesta para decidir la candidatura de Morena a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2018. Al menos, si se lo preguntamos a Ricardo Monreal. Éste se alejó dos meses de Morena, luego de que la dirigencia partidista dio el triunfo a Claudia Sheinbaum en el sondeo, que se realizó a fines de agosto. Fue necesario un par de reuniones entre López Obrador y Monreal para que el hoy coordinador de los senadores de Morena regresara.
El partido del gobierno ha tenido otros episodios polémicos en torno de sus encuestas, como las que se realizaron para dar por ganador a Mario Delgado como líder nacional del partido y a Evelyn Salgado como sustituta de su padre en la candidatura para gobernador de Guerrero.