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jueves 17 de julio de 2025

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Razones

Razones

Por Jorge Fernández Menéndez

Celebrando la ineficiencia

Que la Secretaría de Salud festeje como un triunfo que en 37 días haya podido comprar las medicinas que la UNOPS no pudo comprar en 10 meses, de una licitación internacional diseñada por la propia Secretaría de Salud, es uno de los mayores ridículos de un área que no ha parado de hacerlos en los dos años y medio que va de gobierno, escenificados casi siempre por el subsecretario López-Gatell, aunque hoy le tocó el turno al ausente secretario Jorge Alcocer.

Si desde hace dos años y medio hay desabasto de medicinas fue por una decisión que se tomó por la actual administración, cuando decidió, desde agosto de 2018, antes de asumir el poder, pedir que no se renovara la compra de medicamentos consolidada que debería proveer de medicinas desde inicios de 2019. La argumentación, como hemos explicado muchas veces, fue que se quería romper con las cadenas de corrupción en el sector, que identificó con tres empresas contra las que nunca se presentaron denuncias formales, más allá de vetarlas, lo que rompió la cadena de distribución y de producción que tenía el país, la más eficiente de América Latina, que incluía cerca de mil laboratorios nacionales que abastecían tanto al sector público como privado.

Desde entonces hasta hoy, nunca se ha podido completar la compra de medicinas y mucho menos restablecer la distribución. La compra que ahora hicieron en el sector salud, que sólo se mantiene en pie por los esfuerzos del IMSS, fue algo así como una compra de pánico, por adjudicación directa, y sin que, hasta ahora, se haya podido restablecer la cadena de distribución: se olvidó lo complejo que es distribuir esas medicinas, sobre todo para alcanzar lo que llaman la última milla de la distribución, y que lleguen no a un centro de almacenaje, sino a todas y cada una de las clínicas, consultorios, farmacias que hay en el país, por más aisladas que estén, lo avanzados que son esos sistemas y la profunda interrelación que existe entre los distribuidores y los productores.

Todo ese esquema se destruyó sin cambiarlo por algo que tuviera cierta eficacia.

Hace un año, con bombo y platillos, se decidió que la compra de medicinas la realizaría un organismo de las Naciones Unidas, la UNOPS, que no tenía ni tiene, como lo demostró, experiencia alguna en el tema y que lo único que logró fue profundizar el desastre que ya se vivía.

Es ridículo que ahora se celebre que lograron mejores resultados que la UNOPS cuando, incluso con estas compras, vamos a tener graves problemas de abasto para todo 2022. Hay que recordar que la compra de medicamentos es compleja, que lo que se compra para estas fechas comenzará a surtirse hacia fines de año o principios del próximo. La UNOPS sólo adquirió el 45% de las claves (el tipo de medicamento, más allá de su nombre comercial) necesario. Sólo 530 de las mil 138 claves previstas. De esas 530, un 88% son para laboratorios que radican en el país y el resto son compras en el exterior. Pero el problema es más grave aún, porque esas 530 claves implican la compra de 644 millones de piezas (dosis) que son sólo el 40% del total demandado, que son mil 605 millones de piezas.

No es un problema de mercado, de producción ni consecuencia de la pandemia. Es una mezcla de malas decisiones políticas e ineficiencia, porque los laboratorios asentados en México podrían surtir el 98% de todas las medicinas que se requieren a precios de mercado, pero, por alguna razón, la UNOPS, como el año anterior (2019) la Oficialía Mayor de Hacienda, no lo hicieron así. El hecho es que más del 19% de las piezas, de las dosis de medicinas necesarias, unos 184 millones de piezas no serán compradas ni por UNOPS ni por el Insabi y la Ssa, simplemente no llegarán.

Entre los argumentos que esgrimió la UNOPS (que cobró una cantidad cercana a los dos mil millones de pesos por realizar esa tarea frustrada) para no haber logrado comprar esas piezas medicinales, en el 38.7% de los casos simplemente no hubo motivo alguno, no lo explica, y el 56.7% fue porque consideró que el precio ofrecido no era aceptable. El hecho es que se quedaron sin invertir en medicinas 37 mil 616 millones de pesos que podrían haber llegado a la industria nacional, a nuestros laboratorios (unos mil en todo el país) que están en condiciones, con los tiempos de producción necesarios, de proveer el 98% de esas medicinas.

Pero la noticia no es que la secretaría compró medicinas más rápido que la UNOPS, la institución contratada por la propia secretaría: es que ahora la Secretaría de Salud cambiará su sede a Acapulco. ¿Qué mejor decisión en medio de una crisis sanitaria que planificar una mudanza de la dependencia encargada de controlarla?

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