Por Pascal Beltrán del Río
Medios y narco
Los grupos criminales ya no sólo temen que los periodistas puedan revelar cosas incómodas de sus actividades, como sus nexos con políticos. Ahora también les preocupa la imagen que de ellos se transmite a la opinión pública a través de los medios de comunicación, sobre todo en comparación con la de las organizaciones antagónicas.
¿Por qué es esto? Porque han pasado de manejar un negocio ilegal –narcotráfico, extorsión, secuestro, prostitución, etcétera– a controlar territorios.
Suplantar a las autoridades formales, como ya ocurre en muchas partes del país, hace necesario tener base popular. Lo hemos visto en zonas de Jalisco, donde los delincuentes reparten despensas y regalos, y en Tamaulipas, donde un grupo de sicarios busca arruinar la convivencia en la zona de influencia de los enemigos, matando personas al azar.
Cuando controlan territorio, los grupos criminales se hacen cargo de algunos servicios, como el transporte público; distribuyen bienes, como el gas; regulan el esparcimiento, mediante la venta de películas pirata, y administran la justicia.
Todo ello requiere de una comunicación acorde con sus intereses. Cuando están en formación, los cárteles pueden encargar su imagen a músicos que componen narcocorridos, pero llega un momento en que eso resulta insuficiente.
Las graves amenazas a medios que cubren la guerra de cárteles en Michoacán –y, en especial, a la colega Azucena Uresti– son una escalada en sus necesidades de comunicación. En todo conflicto armado los bandos en pugna necesitan crear la impresión de que van ganando o, al menos, que están avanzando. Por ejemplo, Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam en la televisión antes que en campo de batalla.
¿Qué es lo que pasa en Michoacán? El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha lanzado una ofensiva para capturar municipios como Aguililla –donde nació su líder, Nemesio Oseguera–, Coalcomán, Tepalcatepec y Buenavista Tomatlán. En éstos, otro grupo delincuencial resiste sus embates: los Cárteles Unidos, una confluencia de grupos que en sus inicios fueron autodefensas.
Los de Jalisco han arremetido repetidamente desde Jilotlán de los Dolores, Tecalitlán y otros municipios, pero han sido repelidos por sus rivales, encabezados por Juan José Álvarez Farías, El Abuelo, antiguo miembro del Cártel del Milenio, del que deriva el CJNG, y por Nicolás Sierra Santana, El Gordo, fundador de Los Viagras. Los grupos de uno y otro, originalmente autodefensas que se formaron para enfrentar a Los Caballeros Templarios, tienen una alianza estratégica contra el CJNG.
La difusión de sus fracasos para conquistar Tepeque –como llaman los locales a Tepalcatepec– aparentemente no ha gustado al líder del CJNG. Ese municipio y los de Coalcomán y Buenavista Tomatlán son atravesados por la carretera que une la Tierra Caliente con la costa del Pacífico, esencial para mover los precursores de drogas sintéticas que llegan al puerto de Manzanillo.
Un episodio significativo, a mediados de julio, fue el rescate de Ángel Gutiérrez Aguilar, El Kiro, un ganadero vuelto autodefensa, quien había sido secuestrado por el CJNG y fue rescatado por los Cárteles Unidos. Su imagen recién liberado y la entrevista con el médico que lo sacó de una crisis de hipertensión fueron difundidas a nivel nacional y se convirtió en una gran derrota mediática del CJNG.
Controlar mediante el terror a los medios locales es más sencillo que hacerlo con los medios nacionales. Para no perder la cohesión en su base social y la disciplina entre sus hombres armados y para seguir intimidando a sus rivales, el CJNG no se puede dar el lujo de parecer derrotado.
BUSCAPIÉS
El gobierno no ha comprendido que el coronavirus se transmite, sobre todo, por aerosoles. Sólo así se entiende que la SEP difunda una guía de dinámica de regreso a clases en la que se pide que los profesores coloquen mensajes en globos, los inflen, los intercambien y luego los revienten para leer lo que escribió alguno de sus compañeros. Hacer eso sería convertir el retorno a las aulas en un festival covid.