Mientras Gregorio Enríquez Bolom, de oficio albañil, se preocupaba por si los vidrios del refugio en el que se encuentra en Tulum resistirán los vientos del huracán «Grace», un grupo de jóvenes olvidó el clima, la alerta meteorológica y hasta el Covid-19 y se divirtió anoche en un bar del centro que improvisó una fiesta clandestina.
Violando toda recomendación sanitaria y de Protección Civil, en este bar del Straw Hat Tulum Hostel había más turistas que en el refugio habilitado en el Instituto de Capacitación para el Trabajo.
Mientras en el primero estaban alrededor de 32 vacacionistas, en el segundo hubo apenas 18 personas, todos obreros de la construcción como Gregorio, que llegó a este destino el domingo pasado, proveniente de Chiapas, y desde entonces pernoctaba en las obras del hotel.
Hasta las 21:00 horas, varios de los 11 refugios de primera apertura para residentes de Tulum lucían vacíos, pese a que se había emitido la alerta roja, de peligro máximo. Ante la nula demanda, sólo tres de ellos estaban habilitados hasta anoche.
En los otros ocho sitios de resguardo, anunciados desde la tarde, primó la condición, como en la escuela primaria Ford 198, donde los encargados negaron el acceso a la familia de cuatro integrantes de Eleazar Mendoza, porque «no podrían garantizar su seguridad».
A la familia se le recomendó trasladarse a los refugios en operación, ante lo cual Eleazar, originario de Escárcega, Campeche, decidió mejor pasar el huracán en el cuarto de madera donde dice vivir.
Los únicos refugios con demanda fueron los tres habilitados para turistas.