
Por Vianey Esquinca
Mexicanos al grito…
Septiembre es el mes patrio, de celebraciones mexicanas y de interpretaciones históricas. Los gobiernos han caído en la tentación de rescribir la historia para legitimarse en el poder, lograr una identificación colectiva creando héroes nacionales y antihéroes o solamente para distraer la atención de otros problemas fundamentales.
Por ejemplo, el presidente Miguel Alemán decidió crear el mito de los seis niños héroes y a pesar de que historiadores y expertos han demostrado la incongruencia y falsedad de la historia, todavía se sigue recitando en las escuelas “seis fueron los niños que murieron con valor, por defender nuestra patria, nuestra enseña tricolor…” y autoridades ponen una ofrenda en su monumento.
Es más fácil vivir con el romanticismo nacionalista que con la fría realidad. ¿Qué los niños no eran tan niños? ¿Qué nunca fue probado que los cráneos que encontraron pertenecieran a los cadetes venerados? ¿Qué ni siquiera se puede probar que Juan Escutia haya estado en el Castillo de Chapultepec y mucho menos que se haya arrojado envuelto en la bandera? No importa, hay un simbolismo heroico que funcionó y sigue funcionando.
Y aunque pareciera imposible que con la tecnología y las redes sociales que existen hoy alguien rescribiera la historia, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha reclamado lo que considera su sagrado derecho de darle “su toque” a los hechos históricos, dejando claro que la historia no la escriben los ganadores, sino los políticos y sus gobiernos.
Si en el año 2010 se celebró el Bicentenario de la Independencia y los 100 años de la Revolución Mexicana; ahora, en 2021, se vuelve a celebrar el Bicentenario de la Independencia, sólo que no el inicio, sino en la culminación, y para hacerlo más grande también se sumó los 500 años no de la conquista, sino de “la resistencia indígena”, en la que se les pidió perdón a las comunidades indígenas, aunque se estén destruyendo sus tierras por el paso del Tren Maya.
Parece que la historia mexicana es tan noble y flexible que le da a cada gobierno una oportunidad de lucimiento y de hacer las adecuaciones necesarias, no para evitar los errores del pasado y moldear el futuro, sino para modificarla a los intereses del gobierno en turno.
Hablando de aniversarios, el 15 de septiembre de 2021 también se estarán celebrando 167 años de que el Himno Nacional haya sido interpretado por primera vez y, en estos momentos, este canto tiene un significado muy actual. En efecto, los mexicanos estamos al grito, no necesariamente de guerra sino de desesperación.
Gritos por saber que el gobierno mexicano eliminó el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que hubiera permitido apoyar a los estados afectados por fenómenos naturales. Gritos por ver las desgarradoras imágenes de inundaciones en Ecatepec, varios municipios de Veracruz o en Tula, Hidalgo, ciudad en la que murieron 16 pacientes internados en el IMSS cuando se inundó y dañó el sistema de oxigenación. Gritos por el deslave del cerro del Chiquihuite, que enterró varias cajas en la colonia Lázaro Cárdenas.
Y también el país sintió el “retiemble en sus centros la tierra” con el fuerte temblor del 7 de septiembre, así como sus réplicas. Afortunadamente, en esta ocasión los daños fueron muy leves.
Con eso que todos los gobernantes se sienten con el derecho de cambiar la historia, no habría de generar sorpresa si algún día un presidente decide juntar las palabras “más si osare” y decreta que lo que quiso decir Francisco González Bocanegra es que Maseosare es un extraño enemigo invisible que está entre los neoliberales y conservadores del país, y que debe ser eliminado porque está en contra de la transformación.