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El futuro de la movilidad sustentable del País se gesta en el Estado de México, donde un grupo de jóvenes busca conseguir que un quetzal emprenda el vuelo con el impulso del Sol.
O, dicho de otra forma, donde estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex) trabajan en el diseño y la fabricación del primer vehículo solar de carreras mexiquense, y el segundo del País: el Quetzal V3.
Bajo el lema de «el Sol no conoce fronteras, nosotros tampoco», los integrantes del equipo Hyadi Solar Racing Team, en el que han participado más de 50 alumnos y ex alumnos de distintas carreras de la mencionada casa de estudios, han conseguido sacar adelante lo que comenzara en 2017 como un proyecto para poner en práctica sus conocimientos.
Todo esto con una ambiciosa meta establecida desde el principio: correr en la carrera más prestigiosa de autos solares del mundo, cruzando de norte a sur por más de 3 mil kilómetros del territorio continental australiano únicamente con ayuda de baterías cargadas por la radiación solar.
«El objetivo principal es participar en el Bridgestone World Solar Challenge, que es la competencia de autos solares a nivel mundial que se lleva a cabo en Australia», reitera en entrevista Lizbeth González Benítez, estudiante de la licenciatura de comunicación e integrante del subequipo Outreach de Hyadi -palabra en otomí que significa Sol-.
Aunque la generación de alumnos que concibió el proyecto universitario no logró que prosperara materialmente, la popularidad del mismo convocó a más gente a sumarse y a llevarlo adelante, siempre con esta idea de sacarle jugo a lo que aprenden en sus respectivas carreras.
«En el camino se quedaron varios de nuestros compañeros, pero el capítulo no se cerró ahí, se siguió, se le dio pauta para que continuara. Y nos permite a nosotros como ingenieros en sistemas energéticos sustentables emplear nuestros conocimientos en un área en específico», refrenda Fernanda Núñez, del subequipo de Aerodinámica.
Si bien los dos primeros modelos no pasaron de ser prototipos virtuales, los múltiples subequipos -Diseño, Mecánica, Eléctrico y Telemetría, además de los mencionados Aerodinámica y Outreach- han conseguido emprender la manufactura del Quetzal V3, nombrado así por la relación del ave con el dios del viento en las cosmovisiones prehispánicas.
De forma que, de una proyección original de un vehículo para una persona, ahora se encuentran fabricando uno de dos plazas, con 5 metros cuadrados de paneles solares y un disminuido coeficiente de arrastre. Todo lo cual lo hace tanto funcional como estético, destaca Antonio Velázquez, líder de diseño y desarrollo de carrocería.
«Nosotros le sacamos el mayor provecho a nuestra circulación en carretera; o sea, fluye como agua. Eso implica que no necesite tanta potencia, tanto trabajo para mantenerse, y aparte reducimos el uso de centrales de recarga porque los paneles almacenan la energía en las baterías», detalla Ana FernandaTahuilán, encargada del sistema de suspensión del auto, haciendo énfasis en la capacidad del mismo para prescindir del uso de combustibles fósiles.
«Si durante el día tú estás manejando y hace calorcito, está el sol, no hay ningún problema. En la noche, tienes tu reserva en las baterías, que no son 20 baterías las que traemos, son 2 mil baterías. Es una gran capacidad de almacenamiento que tenemos, con un buen rango de autonomía porque construimos el auto para cruzar Australia de norte a sur en una semana».
De acuerdo con una proyección de las condiciones climáticas de dicho país, el Quetzal V3 -de 4.5 metros de largo y 1.80 de ancho- podría alcanzar una velocidad máxima de 120 kilómetros por hora, y una constante de 70 a 80 kilómetros, apunta Tahuilan, estudiante de séptimo semestre de ingeniería en sistemas energéticos sustentables.
«Nos dicen muchas personas que aquí en Toluca pues no hay Sol», dice, entre risas, Jessica Correa, también estudiante de ingeniería en sistemas energéticos sustentables, y parte del subequipo Eléctrico en el área de generación de energía.
«Para nuestros objetivos, como es la competencia de Australia, además de otras en Estados Unidos, Chile o la India, pues necesitaremos hacer los análisis de esos países, pero obviamente la radiación solar sigue llegando. (La capacidad) sí depende de cada lugar, y depende del tiempo que nosotros tengamos que recorrer».
Hasta el momento, el avance de las diferentes partes del auto es considerable, empezando por el propio chasis, cuya manufactura se ha completado en un 30 por ciento.
«En la carrocería del auto, esa sí está casi terminada y estaría en un 70 u 80 por ciento. En los demás sistemas del carro, ya todo está diseñado y ya sólo falta conseguir los materiales, manufacturar y ensamblar», comparte Tahuilan.
«A nivel general, el auto ya llevaría como un 70 por ciento», subraya, «de hecho, nuestra meta como capitanes del equipo es que para el 15 de noviembre, a más tardar, ya esté el auto ensamblado y avanzando. O antes, si se puede».
Cancelado en su versión presencial en febrero de este año, el Bridgestone World Solar Challenge ofreció esta vez un programa virtual, en el que Hyadi pudo participar la semana pasada como grupo analista, experimentando con métodos de presentación y análisis de datos que podrían considerarse para posibles aplicaciones futuras en la competencia.
El lapso para «volar» por Australia, pues se extiende un poco más, pero este quetzal ya sueña con extender las alas.
Un esfuerzo que vale la pena
Como puede intuirse, emprender la construcción de un vehículo como el Quetzal V3 no es en absoluto una tarea desprovista de dificultades.
«A nosotros nos tomó bastante tiempo investigar las bases para desarrollar lo que tenemos ahorita, porque nadie te enseña a hacer un carro de la nada, mucho menos un carro solar», remarca Ana Fernanda Tahuilan.
«Entonces, tuvimos que estar leyendo tesis, platicando con otros equipos de otros países. De hecho, el equipo de Chile nos orientó un poquito sobre algunos parámetros que debíamos tomar en cuenta», continúa consciente y orgullosa del fruto de tal empeño.
«O sea, si tú le echas ganas y trabajo y esfuerzo de la nada puede salir algo muy grande».
Aunado a esto, posiblemente el mayor desafío en la fabricación de este vehículo eléctrico de aportes solares ha sido lo referente al financiamiento, por lo cual los jóvenes del equipo Hyadi han hecho de todo para conseguir los recursos necesarios.
Desde acercarse a empresas, bancos y asociaciones hasta lanzar una campaña de fondeo en Kickstarter, vender comida y mercancía, hacer rifas y salir a botear los domingos en Paseo Colón, en Toluca de Lerdo.
De hecho, fue gracias a la campaña #AdoptaUnaCelda como consiguieron financiar las 320 celdas solares del auto.
Esto a la vez que, por citar un ejemplo, el patrocinio de la empresa Grupo SSC y el software ANSYS les brindó herramientas para verificar que las geometrías aligeradas del cofre y el toldo son funcionales y seguras estructuralmente para el arreglo fotovoltaico.
«Nosotros tenemos patrocinios de empresas públicas y privadas; tenemos también apoyo por parte de nuestra escuela, y todo el tiempo nos encontramos en busca de diferentes apoyos», remarca Lizbeth González Benítez.
«Buscamos becas, alguna ayuda que nos pueda dar alguna asociación civil o asociaciones privadas. De cualquier fuente puede ser la ayuda, y tenemos también todo un proceso legal para poder justificar cada ingreso que llega a nosotros, por supuesto».
En julio de este año, el equipo estimaba en cerca de 500 mil pesos los que necesitan para completar el vehículo, y aún les hacía falta la mitad (REFORMA 02/07/2021), de forma que la búsqueda de recursos no se detiene.
Para los jóvenes mexiquenses, no obstante, es un esfuerzo que vale la pena realizar, en tanto no hay límite alguno sobre lo que puedan conseguir con el proyecto, siendo a su vez de gran provecho para el País.
«Es un campo en el que México no incursiona como tal desde la década de los 90, y esta es una de las tecnologías del futuro para un desarrollo más sustentable y el cuidado del planeta», enfatiza Mario Eduardo Peña Pérez, estudiante del noveno semestre de ingeniería mecánica.
«No veo por qué no podríamos llegar en algún futuro a implementarlo en las calles del País; a lo mejor no exactamente el Quetzal V3, por sus especificaciones y que no está diseñado para tránsito urbano, pero no veo por qué no podríamos crear una futura versión que ya sea más compatible», agrega.
Sobre todo, este grupo de estudiantes, quienes han comenzado a retribuir lo aprendido a través de diferentes encuentros con niños y jóvenes, buscan sembrar en otros esa semilla que con tal tesón ha germinado en ellos mismos.
«Es lo que nosotros queremos: inspirar a otros, inspirar a generaciones más pequeñas, a las generaciones que lleguen; dejar nuestro legado para que ellos hagan incluso cosas mejores que nosotros. Por eso lo hacemos: por ellos, por nosotros y por los que vienen», concluye Jessica Correa.