Por Yuriria Sierra
Desamparados
Con la cabeza de nota parecía que teníamos una buena, extraordinaria, noticia: “Adopciones en México aumentaron en 2020…”; sin embargo, en el desarrollo se reveló una tristísima realidad, la de miles de menores que, tras quedar en el desamparo, esperan ser parte de una familia: “Datos abiertos del Sistema Nacional de Desarrollo Infantil de la Familia (DIF) revelan que en 2020, con todo y pandemia de covid-19, las adopciones aumentaron en México. En 2019 se adoptaron 7 menores de edad y en 2020, 12…”, lo reportó el portal Plumas Atómicas. O sea, el salto entre esos dos años fue de cinco, sólo cinco menores los que lograron atravesar el laberinto burocrático que implica un proceso de adopción.
Según datos del DIF Nacional, en cinco años (entre junio de 2016 y julio de 2021), sólo cincuenta menores se han integrado a una familia; cincuenta de las 308 solicitudes recibidas. Cifras del Inegi refieren que, al menos, treinta mil niños y niñas están a la espera de convertirse en hijos e hijas de alguien, treinta mil… y de ellos, apenas 50 lo han logrado en el último lustro.
Al tiempo en que se anotan estos datos, están esas otras realidades que van de la mano, que son parte de ese universo de desamparo infantil: en México no existe un procedimiento homologado para concretar una adopción, aunque las distintas leyes se enfocan en cubrir las necesidades básicas de los menores, depende del lugar en el que se solicite. También está ese resbaloso debate del que huyen quienes se encargan de configurar políticas públicas, donde no se atreven a acelerar los procesos que ayuden a incluir, sin distinción, a todas las posibilidades para formar una familia.
Y esa otra dolorosa realidad, la de los menores que terminan víctimas de la trata de personas, a los que venden, a los que les truncan su desarrollo para ser presas, en México, según datos de las organizaciones civiles El Pozo Azul y A21, se estima que son alrededor de 260 mil los infantes que sufren explotación sexual, mendicidad o trabajos forzados. Y aquellas otras niñas, principalmente, que son vendidas por sus propios padres y que algunos justifican por sus usos y costumbres. Y la pandemia también contribuyó a que estos números sean aún más alarmantes; lo detalló el Instituto Belisario Domínguez: 131 mil menores perdieron a su padre, madre o ambos a causa de covid-19. La Unicef señala que esto aumenta el riesgo de que los menores queden bajo un cuidado alternativo inadecuado.
Aun así, repetimos: cincuenta de 308 solicitudes de adopción se concretaron en cinco años. Hagamos cuentas de las niñas y niños en desamparo, y de las mujeres y hombres, solos o en pareja, heterosexual u homosexual, dispuestos a darles un hogar, a ser su familia. ¿No tendría esta suma que ser el motor para que la adopción fuera un proceso acelerado?